lunes, 2 de octubre de 2017

Lana, Vert y Trize I


- ¿Ves?... Calma el dolor. Desaparece -sonrió Vert ampliamente.
Lana cerraba los ojos a cada calada. Dejaba que entrase en todo su interior y que la durmiera, poco a poco. Que desalojase el moco negro que se extendía en su pecho, que lo espantara momentáneamente. Cogía un poco de aire fresco del exterior, y lo echaba todo de golpe. Asintió, y se lo pasó a Vert, que empezó a darle con avidez.
Por su parte, Lana seguía con los ojos cerrados, dejándose llevar por la música "tecno" que uno de los "fantasmas" de Vert había puesto en el equipo: entrando, volaba, como si tuviera alas, en un prado enorme y precioso. El campo de hojas, verdes como un pequeño cogollo de lechuga, quedaba poco a poco atrás. 

Lana no había respirado aire más puro en su vida. A lo lejos, entonces, comenzó a divisar un gran manzano. Bajó para rozar sus manos y su vestido rojo por las hojas, que acababan. El árbol era gigante, y tenía una puerta diminuta en las raíces del tronco. Al principio, no se dio cuenta de que a medida que se acercaba, se iba haciendo ella misma más pequeña, hasta que una hormiga de dos metros la saludó con una antena, continuando, cargada, su camino hasta el hormiguero. 
Entonces, entró por la puerta.

Al cruzarla, llegó al espacio: de repente mil estrellas entraron en sus ojos y se transportó, a la vez, a todas y cada una de ellas. Entonces, Lana poseyó el Sol, todas las lunas de Júpiter y el pequeño Plutón. Sí, Lana poseía el Sistema Solar, la Vía Láctea desde su calle más larga hasta el último átomo de Hidrógeno. Lana poseía Andrómeda: el espacio entero.

Un suspiro involuntario de su cuerpo demasiado relajado bastó para que se alejara de cada galaxia y cada estrella, que viese evoluciones, colores que jamás antes había visto (ni siquiera cuando le quedaba corazón), satélites increíbles cuyo funcionamiento estaba lejos del entendimiento humano y, al fondo, un robot gritando "Spaaaaaaace!".
Abrió los ojos.

Vert se había quedado mirándola, embobada.
- ¡Hola, viajera! -soltó una risita, dándole una palmada en la pierna- Qué, bien ¿no?
Lana sonrió.
- Vaya... -Vert, sorprendida, la miró directamente a los ojos- Te han vuelto a crecer, ¿eh?
Lana suspiró de nuevo, esta vez voluntariamente, y se generó un silencio incómodo.
- Anda, toma... -carraspeó Vert, sonriendo- Mejor no pienses.