martes, 8 de abril de 2014

#16

Algunas pasaban rozándome, acariciando mi pelo, y otras iban directas a mi pie, mis piernas, o mi torso. Me agachaba, corría saltaba... Las esquivaba todas. Por eso quedé la última. Cualquier pelota que me tiraran fuera del pequeño cuadrado era devuelta a los del equipo contrario. Hasta que, por medio del más útil truco sucio del humano, me vencieron: el engaño.
Agarró la pelota una chica joven, que yo no conocía en la pequeña lista de mis amigos, guapa, y me lanzó una pelota imaginaria que yo esquivé. Todo fue un instante: miré rápidamente, como siempre, hacia atrás, para recibir un nuevo pelotazo. Pero aquellas personas carecían de pelota que pudiesen tirar. Miré a todos, los escudriñé con mis verdes ojos... Hasta que comprendí y me di media vuelta. Aquella criatura, bella, pero tramposa estaba sonriéndome con malicia, con la pelota aún en la mano, en perfecta posición de tiro.

Escrito a mediados del año 2009.

#15

Queridos transeúntes, acabo de encontrar en una de mis carpetas esto. Esto fue una "declaración" que escribí a un muchacho que veía todos los días cuando salía del instituto, los dos últimos años que estuve en él, antes de trasladarme al que estoy actualmente. Me volvía realmente loca, no podía dejar de mirarlo. Tenía algo. El final de la historia es bastante triste: nunca me habló, hasta que unos días después (yo consciente de que había leído lo que le había escrito) le hablé yo. Me preguntó que quién era, riéndose mientras se alejaba por el paso de peatones, y muy muy roja le dije o intenté decir que "no era nadie."
Semanas después me enteré de que lo había leído en su clase y se habían reído absolutamente todos de mí. Aprendí bastante aquel día. 

Aquí está el texto en cuestión:


Sales del instituto, riendo con tus amigos, disfrutando del placer de salir por fin de él tras un agotador día entre ecuaciones y tipos de moléculas. Le das un codazo a un compañero en las costillas, sonriendo, te colocas la mochila en la espalda mientras cruzas la calle, y ni te imaginas que un corazón está a punto de estallar en el pecho de una muchacha. Me sonrojo, y te miro a los ojos cuando pasas, a apenas medio metro de mí. Entonces el mundo desaparece, la calma del corazón inunda mi alma, y sólo te veo a ti. Una compañera me coge del brazo intentando llamar mi atención, pero murmuro 'para', y me quedo mirándote como hipnotizada, trago saliva. Tú me miras y entonces mis labios esbozan una tímida sonrisa, intentando ocultar mis mejillas color manzana con ella, pero tu mirada, desgraciadamente, no es eterna: la giras, y con ella tu dulce cabello negro, impidiéndome la vista de tus ojos oscuros. Noto entonces que te alejas. Que la gente vuelve, que se va la calma, que me tiran del brazo, que mi corazón en realidad está roto y frío, que ni siquiera sé tu nombre. Salgo de ese sueño, guardando tu imagen en mi cabeza, esperando renovarla al día siguiente, como cada día durante dos años.

Escrito a mediados del 2011.