martes, 13 de octubre de 2015

#47

Estoy ahora mismo en esos días en los que se me cae el sol porque tú ya no lo estás sujetando por mí. Cuando tu luna ya no me sonríe al mirar por la ventana y las sábanas deciden dejar de abrazarme para siempre.

Y sigues ahí, viviendo tímidamente dentro de mí, ya no como huésped sino como parásito que no paga su parte para quedarse un trozo de corazón.

El recuerdo de los paseos, las caricias, los achuchones, las comidas, las noches, los buenos días, las risas, los empujones, los rubores, los besos, tus ojos, tus brazos, tus labios... Todo lo tengo guardado en esa parte de mi pecho que has decidido seguir ocupando sin permiso alguno aun después de haberte marchado.

Y es que me intento dar la vuelta para no mirarte nunca más, pero el vuelo de mi falda está aún entre tus dedos y no me deja marchar. En lugar de eso, desaparezco entre las llamas que me consumen día tras día, para que solo puedas ver mis cenizas.

Ojalá fuese un ave fénix, pero este es el fin de mi principio,
mi principio del fin.