sábado, 6 de febrero de 2016

#55

Shh... No hables, no sonrías. ¿Ves aquella luz al final del túnel? Entonces cierra los ojos, porque por mucho que camines nunca la alcanzarás.
Ahora está todo tan oscuro... ¿Verdad? ¿Por qué temer la oscuridad si en ella puedes esconderte de todo? No hay nadie, solo estás tú.

¡Mira, estrellas! Van apareciendo en la bóveda de tus párpados a cada paso del piano que marca tu melodía eterna; y si quieres en una de ellas mírate,
acércate, pero
shh, no pienses, no respires. Siente cómo todas ellas te llaman con dulces tintineos, ¿cuál te gusta más? ¿La más grande, la más brillante? La que más lejos está... ¿Por qué tropiezas? Crees que caes al vacío del Universo, ¿verdad? Entre brillo y brillo...
... Abre los ojos. ¿No hay más luz? Ahora mírate. Eres tú. Sigues ahí, pero ¿no te habías caído? Ciérralos de nuevo y aprecia la tímida belleza de las supernovas... ¿Por qué lloras?
¡Shh! No llores, levanta tu mirada. Sí, han muerto, pero aquel enorme y lúcido cuerpo celeste del que te enamoraste sigue mirándote, llamándote, suplicándote. No dudes, y sigue corriendo hacia él.

Si tropiezas de nuevo, abre los ojos y recuerda que el Universo en el que te caes es solo tuyo.
Que no hay nadie más.
Que a nadie necesitas para llegar a esa estrella.
Y si la conquistas, no los podrás cerrar nunca más porque la luz que verás te deslumbrará tanto que sabrás que has llegado a casa.



Texto inspirado por esta obra.