jueves, 9 de octubre de 2014

Orianna V

Suspiró. No podía creérselo aún, pero tenía que lidiar con ello y cuanto antes lo hiciera, mejor. Abrió los ojos en la oscuridad y murmuró:
- Orianna, despierta, por favor.
Inmediatamente, los ojos del robot brillaron pálidos desde su esquina. Lane suspiró y entrecerró los suyos, más tranquila.
- ¿Lane? ¿Qué ha pasado?
- Nada, nada realmente. ¿Me cuentas una historia?
- Internet está apagado, no puedo acceder a ninguna base de datos externa para contarte algo nuevo.
- ¿Puedes ir a encenderlo?
- Claro.
Entonces Orianna se levantó y comenzó a caminar ruidosamente como hacía siempre, moviendo sus centenares de de cadenas y ruedas dentadas hasta formar movimientos mecánicamente perfectos.
- Vale, no, déjalo -suspiró Lane-. Ahora, en el silencio de la noche, haces demasiado ruido y vas a despertar a papá. Siéntate, anda.
El robot obedeció sin vacilar.
- ¿Recuerdas cuando me tropecé por la calle el otro día y caí justo en el charco de barro? -preguntó la muchacha, tapándose con la manta hasta los hombros para terminar hecha una bola y reservar el calor.
- Sí, claro. Fue el jueves pasado, día 4 de marzo. Tus zapatillas no soportaron el bajo coeficiente de rozamiento del suelo mojado y te precipitaste contra el suelo, encima de un charco marrón. Tu falda de cuadros se mojó totalmente y tuviste que lavarla a mano cuando llegaste a casa con ese jabón que te gusta tanto, que dices que huele a lavanda. Y te sollaste el codo, fue cuando te ayudé a incorporarte. ¿Todavía te duele?
Lane había abierto los ojos completamente durante el relato del robot, y cuando terminó los cerró lentamente, pensativa.
- No, ya no me duele -murmuró.
- Me alegro mucho -Lane notó la sonrisa de Orianna, aunque realmente no podía sonreír porque carecía de músculos, pero el tono de su voz lo indicaba dulcemente.
- Oye, ¿en qué calle estábamos?
- En la Street Longway, entre los números 7 y 9.
- ¿Y qué tiempo hacía?
- El sol brillaba mucho en todo lo alto, serían las cinco y media de la tarde. Había alguna nube que otra, pero nada que pudiera ennegrecer el cielo.
- Comprendo... -respondió, con un nudo en la garganta- ¿y la temperatura?
- No lo sé. La verdad es que no la miré -movió la cabeza-. No ibas abrigada así que supongo que sería agradable.
A cada pregunta que Orianna respondía, Lane confirmaba lo que llevaba pensando desde hacía un buen rato, una y otra vez. Cada día intentaba incansablemente hacer de Orianna poco a poco más un ser humano que un robot, una amiga de verdad. Hablaba con ella de cosas cotidianas, le enseñó a reír, a preocuparse por las cosas, a respetar costumbres ajenas, lo que se consideraba que estaba bien y lo que estaba mal, a tener opinión sobre los hechos que se les iban presentando y a aprender, sobre todo, que no tiene por qué coincidir con la opinión de nadie. Que los conflictos no siempre son malos, sino que en estos casos, de hecho, marcan la diferencia entre una persona y otra... Pero se dio cuenta de que todo lo que le iba enseñando ella no lo aprendía, solo lo almacenaba en la memoria. Solo eran datos. Unos y ceros. Variables y líneas de código.
- Orianna, ¿qué es "recordar" para ti? -preguntó finalmente, triste.
- Re... Cor... Dar... ¿Para mí? Recordar es... Recuperar datos de mi memoria interna que normalmente no uso y dejo apartados, y accedo a ellos cuando los necesito para algo.
Lane reflexionó la respuesta.
¿No era prácticamente igual que recordar para los seres humanos?

martes, 7 de octubre de 2014

#31

Es idílico...
Tú te acercas y me recoges en tus brazos. En esa mano que acaricia mi espalda guardas mi alma loca, que suelta abarca siempre cada rincón de la Tierra como un gas expandido en el aire, y tú no la dejas escapar... 
Porque ahí está, respirando suavemente como la luna respira el manto de estrellas del cielo nocturno. Y cambia de color a cada latido de tu pecho, colores vivos que se expandirán de nuevo por el universo a la velocidad de la luz cuando me sueltes.
Y mientras, mi mente reposada descansa en tu hombro. Todo pensamiento es nulo, no permitido, no existe. No hay cabida en este mundo compartido para un pensamiento, puesto que todo es tuyo en este momento.
Sujetas mi infinito con un simple abrazo. 
No falta nada, todo está aquí, guardado entre tu pecho y el mío.