sábado, 27 de diciembre de 2014

El Libro de las Magias: Historia III

Antes de la fundación de la Ley entre Magos y Humanos, era tremendamente difícil viajar en un tren con un etéreo.
Como todo el mundo sabe, tienen el poder de perturbar la mente de cualquier Mago concentrando sus poderes (debido a que es privilegiada en el sentido de Mutada, que acepta la Magia, que la crea y puede destruirla). Pues si aun así pueden superar esas barreras, imaginaos la facilidad que tenían para jugar con las mentes humanas.

Generalmente, viajar en el mismo tren que un etéreo significaba dos cosas: euforia y felicidad o tristeza y depresión. Esto, por supuesto, dependía del estado anímico del Mago en cuestión.

Por aquel entonces, la Ley estaba en sus comienzos, apenas existía. La única pega que ponía a un etéreo a la hora de viajar en tren era no juntarse con un Hermano suyo, porque si un etéreo prácticamente impedía la tranquilidad en el viaje, dos podrían incluso volver locas a las mentes más débiles.

Recuerdo perfectamente la noche del veintitrés. Yo viajaba hacia París desde Orléans en un tren rápido, cuando en la segunda parada entró uno de ellos. En cuanto pisó el tren, el ambiente bufaba tanto inquietud, pues se podían ver a los niños mirando a sus madres con desesperación, como hostilidad viva en los ojos de las mismas hacia aquellos que osaban molestar a sus hijos. Miradas de socorro y desprecio de los jóvenes se levantaban y caían olvidadas en los asientos, mientras los ancianos preferían rezar para que el Mago estuviera teniendo un buen día. Este miró vagamente a la gente del vagón y se sentó a mi lado.
- Buenas tardes.
- Buenas tardes -le contesté, intentando esconder mi inquietud-, ¿a París?
- Así es -me sonrió-. Normalmente viajo en particular, pero mi compañero me ha fallado en el último momento y he tenido que coger el tren.
Levantó sutilmente la cabeza para observar de nuevo el vagón mientras comenzaba a moverse, acentuándose así aún más la longitud de su cuello. Se incorporó de nuevo a tiempo para no ver a una madre regañando a su hijo por mirar hacia él, aunque creo que lo sabía. Lo saben todo.
- ¿Negocios, familia, ocio?
- Familia. 
- Es una suerte que usted aún tenga -dijo secamente, y me apresuré a cambiar de tema para no dejar que recordara nada que pudiera entristecerlo.
- Antes de venir, en el telediario... -noté una presión extraña en la garganta, su presencia comenzaba a hacer efecto. Tosí- ... Decían que Alemania se ha retirado de las fronteras.
- Eso dicen. Dicen tantas cosas... -me miró preocupado- ¿Está usted bien? Lo siento mucho...
- No se preocupe, es algo que no puede controlar ¿verdad? -intenté sonreír cálidamente- Son nuestras emociones y nuestro estado de ánimo, es algo que casi comparten con nosotros, los aún humanos.
- Cierto es, pero usted no tiene culpa de que yo esté turbado por ciertos temas personales.
Tragué saliva, me estaba agobiando bastante. Tenía razón, pero nadie podía hacer nada por nadie. Había simplemente que esperar y aguantar. Me colocó una mano en el hombro.
- No importa, de verdad. No se sienta mal por ello, por favor.
En ese momento apareció una maga vegetal caminando entre los asientos, apoyándose en los respaldos con torpeza. Al verla comencé a sentir náuseas y aparté la vista. Lo que faltaba. A pesar de que la muchacha no era especialmente desagradable, era lo que, por la naturaleza de la magia, pensaba y sentía mi compañero hacia ella. Apoyé la cabeza en la ventana y cerré los ojos, deseando que pasara lo antes posible. Sin embargo la joven pareció querer quedarse, aun sabiendo que no era bienvenida.
- Buenas tardes, ¿a dónde van?
Abrí los ojos un momento para comprobar que, efectivamente, nos hablaba a nosotros. Para mi sorpresa, respondió el mago.
- A París.
Debió apartar la mirada porque me encontré mejor, me incorporé y volví a mirarla. Era una chica bastante joven, sus facciones, grotescas debido a su Mutación, no eran del todo desagradables y desprendía un extraño halo de confianza.
- Vaya, yo también -se sentó delante de nosotros, y empezó a hacerle carantoñas a un bebé que la miraba fascinado más adelante, comenzándose así a reír. La madre, más tranquila, sonreía.
- ¿Tiene asiento, señorita?
- Sí, es el 4C, creo que es justo este. ¿Me he equivocado? Como usted bien sabe, no poseo el sentido de la vista humano, no puedo ver números. He ido contando asientos.
El mago etéreo suspiró:
- Está sentada correctamente.
- Siento mucho las molestias que puedo estar causándole, y en consecuencia, a la gente del vagón.
- No se preocupe, soy bastante más tolerante que mis hermanos.
Yo no sabía qué hacía en medio de la conversación, así que opté por volver a cerrar los ojos y escuchar a oscuras.
- Vaya, eso es un alivio, y un alivio muy raro, por cierto. No me he presentado, mi nombre es Danta.
- Un placer conocerla, Danta, mi nombre es Nethan. Siento yo sentir aversión natural hacia usted aun sin conocerla.
- Tranquilo, está bien -sonrió la chica vegetal-. Una ya se acostumbra a estas situaciones. Si no es mucha intromisión preguntar, ¿qué especialidad tiene usted?
- Dominio astral, hago portales.
- ¡Vaya! Es usted el primer portaloide que conozco. Normalmente todos quieren controlar mentes.
- Es cierto, pero no es mi caso. ¿Y usted, cuál es su especialización?
- Dominio de las plantas.
- Tiene que ser entonces bastante complicado viajar cuando no puede sentir absolutamente a nadie o nada.
- No tiene por qué -sonrió pícara la chica, y escuché entonces cómo abría una cremallera, tendiéndole algo a Nethan. Él no se movió, así que no estoy segura de si lo llegó a coger o no, pero asintió, al parecer algo sorprendido.
- Claro. Es muy cómodo.
- Lo es, y muy fácil de transportar.
- Tenga cuidado, sabe usted bien que no podemos utilizar la Magia fuera de los campos permitidos.
- Lo entiendo... -musitó, algo triste.
La conversación continuó sin muchas más interrupciones, durante la cual me enteré de que ambos iban exactamente al mismo lugar, pues habían sido citados allí por cierta maga importante, las razones que cada uno dio al elegir la rama mágica que eligieron y las opiniones que tenían sobre los magos animales, entre muchas otras cosas. Cuando llegó nuestra parada, Danta le dio a la madre del bebé unas semillas blancas y pequeñas como un garbanzo, llamadas Lylio. Según le explicó, de ellas brotarían unas plantas de hojas diminutas, las cuales debería moler y añadir a la comida del niño para evitar que tuviera pesadillas por las noches. Añadió que en realidad esa hierba se fumaba por ciertas personas enfermas para no soñar nada y descansar mejor por la noche, y que si necesitaba más encontraría en cualquier herbolario. La madre le dio varias veces las gracias mientras bajábamos del tren. Comenzó entonces nuestra despedida.
- Un placer haberla conocido, señora. Sentimos haberla molestado.
- No se preocupe, señor Nethan. Ha sido un viaje bastante acogedor, ustedes dos se llevan bastante bien.
- Bueno, eso parece -sonrió la muchacha-, pase un buen día.
- Igualmente, muchachos. Que tengáis suerte en vuestra reunión.
Se despidieron de mí con una sonrisa y un leve movimiento de mano y se acercaron a uno de los taxis que esperaban clientes en la puerta de la estación, y yo marché por el otro lado, con una extraña sensación en el pecho, como de saber que no sería la última vez que los iba a ver, juntos además.



martes, 2 de diciembre de 2014

#33

Hoy estoy triste. La noche me envuelve impidiéndome verte. El anhelo sigue ahí, incluso cuando ya te has ido.

Hoy estoy triste, y por repetirlo no dejaré de estarlo. Sin embargo, con quien me puedo ahogar son únicamente este bolígrafo duro y el papel que sufre su tinta.
No hay más palabras porque yo no quiero escribirlas.
Como dijo Neruda, "el viento de la noche gira en el cielo y canta". No sé qué cantará, pero la vela aún llora cera sobre el vaso que la sujeta.
Sé que este texto no tiene ni pies ni cabeza, que solo es una oscuridad abierta y sangrante, una luna roja y herida, pero...

... Hoy estoy triste. No pensaba decírselo a nadie, y por eso aún no he abierto la boca. Odio molestar a las personas con mi propia existencia, a pesar de que ahora mismo me siento muy sola, quiero un abrazo y quiero palabras. Me da igual cuáles, solo quiero que alguien me cuente una historia y me oprima contra su pecho.



Sin embargo, los humanos somos así. Y nadie va a aparecer aquí solamente para sacarme una sonrisa. Esta noche nadie hará magia para mí. Esta noche, moriré sola.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

#32

La verdad es que me encantaría decirte que no necesito a nadie, que vivo bien sola, que me he acostumbrado a este corazón helado y que saco de ahí, gota a gota, mi felicidad, pero la verdad... No puedo. Prometí que nunca te mentiría, y no puedo.

Me encantaría pedirte que te fueras, me encantaría abrir la puerta y echarte, puesto que compartir nunca ha sido realmente lo mío, pero... No puedo.

Igualmente, me encantaría borrarte y no recordarte, no haberte visto nunca. Así, este puñado de sentimientos revueltos llamados "dinosaurios hambrientos en el estómago" no existiría y no estaría acechándome aquí y ahora, en este momento, o en esos cinco minutos antes de verte y en los cinco de después, cuando ya te he perdido de vista. Cuando me rozas o cuando simplemente sonríes, pero... No puedo.

Me encantaría desencadenarme de mi condición de ser humano y romper con las reglas, convertirme en un gólem de hielo, matar esos dinosaurios, echarte y cerrar la puerta, olvidarte.

Pero mírame.

Mírame.
Ya es demasiado tarde.
Ya no puedo.



Escrito el 14/10/2014.




Audio disponible:


jueves, 9 de octubre de 2014

Orianna V

Suspiró. No podía creérselo aún, pero tenía que lidiar con ello y cuanto antes lo hiciera, mejor. Abrió los ojos en la oscuridad y murmuró:
- Orianna, despierta, por favor.
Inmediatamente, los ojos del robot brillaron pálidos desde su esquina. Lane suspiró y entrecerró los suyos, más tranquila.
- ¿Lane? ¿Qué ha pasado?
- Nada, nada realmente. ¿Me cuentas una historia?
- Internet está apagado, no puedo acceder a ninguna base de datos externa para contarte algo nuevo.
- ¿Puedes ir a encenderlo?
- Claro.
Entonces Orianna se levantó y comenzó a caminar ruidosamente como hacía siempre, moviendo sus centenares de de cadenas y ruedas dentadas hasta formar movimientos mecánicamente perfectos.
- Vale, no, déjalo -suspiró Lane-. Ahora, en el silencio de la noche, haces demasiado ruido y vas a despertar a papá. Siéntate, anda.
El robot obedeció sin vacilar.
- ¿Recuerdas cuando me tropecé por la calle el otro día y caí justo en el charco de barro? -preguntó la muchacha, tapándose con la manta hasta los hombros para terminar hecha una bola y reservar el calor.
- Sí, claro. Fue el jueves pasado, día 4 de marzo. Tus zapatillas no soportaron el bajo coeficiente de rozamiento del suelo mojado y te precipitaste contra el suelo, encima de un charco marrón. Tu falda de cuadros se mojó totalmente y tuviste que lavarla a mano cuando llegaste a casa con ese jabón que te gusta tanto, que dices que huele a lavanda. Y te sollaste el codo, fue cuando te ayudé a incorporarte. ¿Todavía te duele?
Lane había abierto los ojos completamente durante el relato del robot, y cuando terminó los cerró lentamente, pensativa.
- No, ya no me duele -murmuró.
- Me alegro mucho -Lane notó la sonrisa de Orianna, aunque realmente no podía sonreír porque carecía de músculos, pero el tono de su voz lo indicaba dulcemente.
- Oye, ¿en qué calle estábamos?
- En la Street Longway, entre los números 7 y 9.
- ¿Y qué tiempo hacía?
- El sol brillaba mucho en todo lo alto, serían las cinco y media de la tarde. Había alguna nube que otra, pero nada que pudiera ennegrecer el cielo.
- Comprendo... -respondió, con un nudo en la garganta- ¿y la temperatura?
- No lo sé. La verdad es que no la miré -movió la cabeza-. No ibas abrigada así que supongo que sería agradable.
A cada pregunta que Orianna respondía, Lane confirmaba lo que llevaba pensando desde hacía un buen rato, una y otra vez. Cada día intentaba incansablemente hacer de Orianna poco a poco más un ser humano que un robot, una amiga de verdad. Hablaba con ella de cosas cotidianas, le enseñó a reír, a preocuparse por las cosas, a respetar costumbres ajenas, lo que se consideraba que estaba bien y lo que estaba mal, a tener opinión sobre los hechos que se les iban presentando y a aprender, sobre todo, que no tiene por qué coincidir con la opinión de nadie. Que los conflictos no siempre son malos, sino que en estos casos, de hecho, marcan la diferencia entre una persona y otra... Pero se dio cuenta de que todo lo que le iba enseñando ella no lo aprendía, solo lo almacenaba en la memoria. Solo eran datos. Unos y ceros. Variables y líneas de código.
- Orianna, ¿qué es "recordar" para ti? -preguntó finalmente, triste.
- Re... Cor... Dar... ¿Para mí? Recordar es... Recuperar datos de mi memoria interna que normalmente no uso y dejo apartados, y accedo a ellos cuando los necesito para algo.
Lane reflexionó la respuesta.
¿No era prácticamente igual que recordar para los seres humanos?

martes, 7 de octubre de 2014

#31

Es idílico...
Tú te acercas y me recoges en tus brazos. En esa mano que acaricia mi espalda guardas mi alma loca, que suelta abarca siempre cada rincón de la Tierra como un gas expandido en el aire, y tú no la dejas escapar... 
Porque ahí está, respirando suavemente como la luna respira el manto de estrellas del cielo nocturno. Y cambia de color a cada latido de tu pecho, colores vivos que se expandirán de nuevo por el universo a la velocidad de la luz cuando me sueltes.
Y mientras, mi mente reposada descansa en tu hombro. Todo pensamiento es nulo, no permitido, no existe. No hay cabida en este mundo compartido para un pensamiento, puesto que todo es tuyo en este momento.
Sujetas mi infinito con un simple abrazo. 
No falta nada, todo está aquí, guardado entre tu pecho y el mío.

lunes, 15 de septiembre de 2014

#30

No espero nada de ti, nada especialmente, quiero decir.
El día que quieras puedes coger la puerta y marcharte, irte, dejarme, y yo lo aceptaré.

¿Qué podría hacer si no? Yo no elijo tu destino. Sin embargo, me gustaría mucho que te quedaras, al menos por ahora, pues me siento sola.
Piénsatelo, puesto que una vez cruzado el umbral no hay vuelta atrás, nunca, jamás. Un corazón roto no puede volver a pegarse de nuevo porque no es papel, sino cristal.

Ya te digo, eres libre. No puedo elegir tu destino, aunque me gustaría. Cuando te vayas, te echaré de menos.
Sin embargo todo pasa, y seguramente conoceré otra persona. No estoy diciendo que llegue a ser feliz con ella, solo que la conoceré. Son cosas totalmente distintas, y que espero que aprecies.

Hace mucho tiempo que todo esto dejó de ser un sueño para convertirse en una realidad color violeta y con un suave olor a verano. Tú y yo, ahora ya estamos aquí, hemos llegado, y de la mano esperaría irme contigo a todas partes.

No espero nada de ti, nada especialmente, quiero decir, sin embargo no quiero que te vayas, al menos ahora, porque algo en mí me dice ahora al menos soy feliz.

El día que tú quieras puedes coger la puerta y marcharte, irte, dejarme, y yo lo aceptaré. Tendré que hacerlo...



Inspirado por:



MyTrue Self - Teto Kasane

Adiós, amor

En cuanto llegó, Kenna presionó el botón de la grabadora. Se quedó muda, no le salían las palabras. Sin embargo, tenía que irse, y lo que no quería era marcharse sin decir adiós. Se mordió el labio y comenzó a balbucear unas palabras:
- Oye… Que… Bueno, supongo que hola. No sé por qué estoy grabando esto, ni siquiera sé si lo vas escuchar alguna vez, solo quería dejar claras un par de cosas. La verdad es que… No sé… No sé muy bien cómo… Cómo tengo que empezar esto. Supongo que por el principio, y el principio son las gracias. Quería darte las gracias, porque, bueno podría decir que te doy las gracias solamente por ser tú, porque es cierto. Hacía mucho tiempo que… Necesitaba… Algo… Que me recordara que, bueno, la vida no es solo estudiar magia y pensar en el futuro, sino que también está el presente.
>>Yo estaba un poco vacía y viniste a llenarlo todo. La verdad es que quería darte las gracias, porque, no sé, parece que te importo, y eso… Eso es… Eso es mucho para mí. Sabes, en verdad sé todo lo que quiero decirte, pero no sé expresarlo ahora mismo con palabras, es… Es caótico. Esto es caótico. No espero que me entiendas porque en realidad parece que no estoy diciendo nada, pero puedo sintetizarlo en pocas palabras: quiero darte las gracias por haber estado aquí, ¿sabes? Por aguantarme, por decirme eso que según tú no son palabras bonitas sino verdades. Puede que yo no te diga “verdades” pero las pienso todas cuando llego a la habitación y ya no te veo y… Es algo muy raro… Y… Bueno, tú me entiendes, ¿verdad? Porque bueno, no sé, en realidad hace mucho que he dejado de saber. De verdad, no espero que me comprendas, no me estoy justificando ni nada por el estilo, solo eso que…
>>Gracias por… Por cogerme bajo… Bajo tus brazos y mecerme en ellos y dejar que me pierda en tu olor, y estoy llorando, sí, porque hace mucho que no… Que no echo de menos a alguien cuando salgo por la puerta. Hace mucho tiempo que nadie me hace tanto de reír, pero de reír de verdad. Hace mucho tiempo que no tengo a alguien, y cada vez que lo miro, sonrío.
>>Así que, pase lo que pase, de verdad, desde lo más profundo de mi alma, gracias. Porque aunque esto ha salido mal y yo esté muy triste, todos esos pequeños minutos que hemos ido pasando juntos, uno por uno, hasta la más mínima media hora, superarán este mal momento. Gracias otra vez por… Por tenerme tanto cariño, no sé, por querer besarme, por aparecer cuando pensé que todo estaba perdido. Como dijo alguien alguna vez, “más vale tarde que nunca” y en esta ocasión, gr
acias por haber venido tarde. Sobre todo, gracias por haber venido tarde en vez de nunca.
Volvió a presionar el botón y esperó hasta en en la pequeña pantalla pusiera "guardado" con letras verdes. Cogió su bolsa y salió corriendo por la puerta de la habitación, con la cabeza gacha, recordando a cada paso un beso perdido.

domingo, 31 de agosto de 2014

La mentira y la lógica

Sí, si yo pienso con lógica, sin embargo, la mentira no es un parámetro válido que se pueda llegar a tener en cuenta para pensar así. Si actúo lógicamente, debería creer en todos aquellos que no tienen razones para mentirme, pero esa lógica no vale. Alguno mentirá.

La mentira se escapa de toda lógica.

Ejemplo: Es lógico que me preocupe por ti cuando tienes un problema, pero si me mientes inventándote el problema, el hecho de preocuparme deja de ser lógico porque en realidad no te pasa nada. Es una paradoja. Para mí sí es lógico, para ti también, porque quieres que me preocupe por ti, pero visto desde una tercera persona, ninguna de las dos partes tiene lógica: ni la mía por preocuparme por algo inexistente ni la tuya por mentir.

Comprendo que la estadística no sea una parte válida de la lógica (humana) porque no se basa en nada sólido, solo en probabilidades: el peor enemigo de la lógica. La lógica necesita que todas las verdades sean 100% exactas. Pero aun así, esas probabilidades ilógicas son más que certeras como para asegurar que todo el mundo ha mentido sin necesidad alguna vez en su vida.

No podríamos preguntar a todas las personas del mundo, una por una, si han mentido alguna vez en su vida porque de ellas mismas depende mentirnos o no, y poniendo el caso de que ninguna haya mentido nunca, podría ser que al preguntar nos mintieran, por lo que habrían mentido, y nuestra estadística sería cierta. Y como no podemos preguntar, aproximamos basándonos en la naturaleza humana y decimos que prácticamente todo el mundo ha mentido alguna vez, por pequeña que sea la mentira: por miedo, por vergüenza... Pero no por supervivencia. Esto es, sin necesidad.

De aquí, podemos deducir paradójicamente que, aunque la estadística no es para nada una parte válida de la lógica humana, nosotros la consideramos como tal, puesto que la afirmación "todo el mundo mentirá alguna vez en el transcurso de su vida, por pequeña que sea la mentira" nos parece totalmente lógica, de hecho, las respuestas a esa afirmación serían las siguientes:

"Sí, es lógico." 
"La vida es muy larga, seguramente sea cierto." 
"Algunas veces hay que hacerlo, aunque no quieras."

La última afirmación tiene algo de paradoja: si mientes, haces algo ilógico, pero se dobla al no querer mentir. No querer hacer una cosa y hacerla es una de las situaciones más ilógicas que puede vivir un ser humano (libre) en la sociedad actual. Por lo tanto, esta afirmación está doblemente fuera de la lógica.

viernes, 29 de agosto de 2014

Conciencia

Oye, ¿quién eres? Te veo todos los días en el espejo y aún no me has dicho tu nombre. Por cierto, ¡estás horrible por las mañanas! Ese chico que viene detrás de ti a abrazarte mientras te lavas los dientes, no te merece. Te cuida demasiado, y tú ni siquiera puedes ser amable.

No, no me mires así porque sabes que al menos algo de razón tengo. El viernes lo ví desde aquí escondiendo un libro detrás de la cómoda. Creo que es para tu cumpleaños, pero no me hagas mucho caso. Sé que aún no has comprado nada para el suyo, y apenas quedan unos días… ¿A qué estás esperando?

Eres una mala persona, y lo sabes. Podría agonizar alguien delante de ti y ni te inmutarías, sobre todo si te acabas de levantar. Pero bueno, haces lo que puedes, ¿no? Lo que puedes, cuanto puedes y cuando puedes; así que no te quejas.

Eso sí, de la cama ni hablamos. Creo que ya ni siquiera recuerda el ruido que hace el colchón. Deberías hacer más el amor con él… O hacerlo, directamente.

Con todo y con esto él te adora, y esta es la parte que no entiendo. Te adora con tus cosas buenas y tus cosas malas, con tus cabreos y tus risas, cuando estás y cuando no estás con él.

Y no lo entiendo, y sin embargo es así.
Y no lo entiendo, que sé tantísimas cosas sobre ti aun sin saber tu nombre, …

… Chica del espejo.

martes, 26 de agosto de 2014

#29

Había descubierto la gran mentira. Mil recuerdos, mil pensamientos están ahora rondando su cabeza, dejándola tan exhausta que se queda dormida encima del papel. Ni siquiera sabe quién es, ni siquiera sabe si tiene futuro, si tiene pasado, o si lo que está viviendo es el presente. Podría preguntárselo a él, pero él sólo hace magia, y le respondería “¿y tú, eres real?” a lo que ella contestaría “No lo sé. ¿Tú lo sabes?” Y ahí se acabaría la conversación, puesto que ni él ni ella existen.

Todo esto, con dos copas de más y jugando a la ruleta rusa. Se hizo un par de coletas que acentuaban los rizos suaves de su cabello y salió con las navajas en el muslo, el alma bajo el brazo y sus cenizas en el bolsillo, de las cuales nacería un fénix que, bajo la luz de la luna, la salvaría de tanta desesperación. Estaba nerviosa, y optó por un café cargado de ilusiones de polvo azul.

#28

Que yo recuerde, andaba sumida en un suave y leve sueño. Es cierto que luego nunca sé con lo que he soñado, pero no creo que eso importe. Lo siguiente que recuerdo es una presencia detrás de mí, que me despertó instantáneamente pero no me moví… O al menos eso pensé, porque tú entonces, como un gato agazapado sobre mi espalda me preguntaste:
- ¿Ya te he despertado? Llegará el día en el que no lo haré, te lo prometo.
Yo en esos momentos estaba totalmente zombie, así que me limité a murmurar, más tranquila, sabiendo que eres tú:
- Mm… ¿Qué tal el trabajo? Vuelves tarde.
- Precisamente -me contestaste- mal porque vuelvo muy tarde. Sin embargo, ahora la tarde de mañana la tengo libre -y me besaste el hombro con la típica suavidad de tus labios-. Te llevaré a algún sitio.
Me di la vuelta y te miré con los ojos entrecerrados, ¡no podía abrirlos más!
- Ya sólo estando contigo estoy bien. Acuéstate, por favor, quiero sentir tu cuerpo contra el mío…
Y caí rendida de nuevo. Lo último que recuerdo de todo esto eres tú, cayendo por el otro lado de la cama y abrazando mi cintura. Creo que mi cerebro así se quedó tranquilo y definitivamente se desconectó.

#27

No está bien escribir teniendo tanto sueño.

Podría ahora mismo caer rendida y babear todo el papel, riendo, sonriendo y viviría feliz. Me dejo abandonar poco a poco por el sueño. Ya ni siquiera sé si sigo escribiendo, pero mi mano se mueve sola, apostaría que sí. ¿Y si estoy ya dormida y escribo todo lo que pienso? No, mi mano no se mueve tan rápido como captar un pensamiento... Pero yo ni siquiera estoy mirando y temo escribir sobre las sábanas delirios de una noche con sueño...


... Puesto que no está bien escribir teniendo tantos sueños.

lunes, 25 de agosto de 2014

#26

“Espero que no te aburra” fue lo último que recibió antes de perder la conexión.
- No -murmuró- de hecho, me parece interesante.
Se levantó de la cama y fue a mirar hacia la ventana. No sería ella la que comenzaría la guerra, pero ayudaría bastante. Apretó el puño con fuerza. Nunca supo porque había nacido con ese afán de perfección, si lo que ella quería era sembrar el caos, y ver cómo se extendía cual epidemia por la gente que veía todos los días por la calle. 
Le aterraba pensar eso, y a la misma vez, le divertía. Se descubrió varias veces a sí misma deseando su propia muerte y en general la de todo ser “humano” en la faz de la Tierra.
Incluida ella. 
Era similar a lo que pude sentir una persona cuando le das su fecha de muerte. Cuando le anuncias que sus días están contados. En realidad, los días de todos están contados. En realidad a cada segundo se va agotando el tiempo que nos mantiene vivos, pero la gente no piensa en ello. Sí, ven la muerte como algo normal, saben que está ahí y que ocurrirá, pero no es igual saber cuándo te vas a morir que vivir con la incertidumbre. Una vez más se puede demostrar que los ignorantes son los que más felizmente viven, por lo tanto los más manejables, maleables y sostenibles. Las ovejas perfectas. Las tontas del rebaño que no se enteran de absolutamente nada y que, según sus pastores, ni falta que hace.

Causar revoluciones, revueltas y revuelos innecesarios. Es suficiente así. Los humanos han nacido para manipular, mentir y ser, con todo y con ello, unos ignorantes.

domingo, 24 de agosto de 2014

#25

Tú, tú, tú, tú.
El amor es una verdad universal. La verdad es que te echo de menos. Todo el mundo entiende un adiós, pero no todo el mundo quiere comprenderlo. Yo no lo comprendo, aunque fuera yo misma quien te lo dijo.

sábado, 23 de agosto de 2014

#24

Creías que podías vivir feliz sin problemas y sin embargo no es así. Sé que hay veces que piensas en esa persona. Es justo en el momento más inesperado ¿verdad?

Cuando haces el café y al echarlo en la taza te das cuenta de que has echado de más; ese día sabe algo más amargo. Cuando vas a acostarte y esperas que pase tu brazo su brazo por tu cintura, pacientemente; momento que nunca llega y que tú calmas poniendo tu propia mano. O cuando creías que habías tirado todas sus fotografías y te encuentras una en el lugar más inesperado. La miras, la empapas de agua salada y la rajas arrojándola a la basura casi con desesperación… 


Y yo sé todo esto porque lo siento. Porque es lo que me ocurre a mí y me siento vacío por ello. Porque aunque nunca haya sentido ese roce suave en mi cadera, nunca haya preparado más café de una taza y nunca haya tenido que borrar un recuerdo, la echo de menos.

A la que nunca estuvo, la echo de menos.

viernes, 22 de agosto de 2014

El Libro de las Magias: Historia I

Cuando conocí a Danta me quedé sin palabras, pero esta es una expresión demasiado pobre para describir lo que sentí cuando la vi desnuda por primera vez. Los vegetales tienen la manía de “alimentarse de la energía inagotable de la bola infinitamente ardiente”, textualmente. Ya me había dicho Naeva que Danta estaba ocupada, pero necesitaba preguntarle algo importante sobre las nuevas propiedades encontradas en las hojas de roble seco. Llegué hasta su puerta y llamé un par de veces antes de entrar atropelladamente.
- ¡Danta! Mira lo que he encontr…
Efectivamente, no pude terminar la frase. Desde que vi cómo Lindetta había conseguido criar una flor en la palma de su mano que bebía de su savia, no había vuelto a ver algo tan extraordinario y a la vez tan repugnante. Quizás la impresión fue mayor porque nunca había visto antes un vegetal desnudo. Quizás entre ellos tener ese cuerpo cosido con vida era normal, pero no para mí. Fue tan horrible que a pesar de los impulsos que me surgían para darme la vuelta no pude moverme. Vi a Danta totalmente desnuda de espaldas a mí. Su propia espalda ya lo decía todo: estaba dividida en dos partes claramente diferenciadas por su color y textura y la suave línea que la separaba se hundía en lo que supuestamente era su carne. Una de las partes sí, era de un color rosado muy sano, pero tras la cicatriz que juntaba ambas ya no había más humanidad. En lugar de piel tenía algún tipo de hoja verde gigante que cubría sus caderas y parte de su espalda, llena de vida y de savia. Su brazo izquierdo estaba cubierto en varias zonas por una corteza áspera y fina que ascendía por capas desde la muñeca. Su pelo, como siempre que se mostraba ante el sol, se había teñido también de un verde oscuro que recordaba el lado más salvaje de un bosque virgen. Le caía por los hombros cubriendo ambos senos. Tardó varios segundos en darse la vuelta desde que yo entré, y la sentí en toda la habitación. Cada planta en cada maceta era ella, y ella estaba enfrente de mí. Me habló aún con los ojos cerrados.
- Nethan, ¿que necesitas? -sonrió.
Yo no sabía hablar. Había olvidado todo lo que aprendí desde que tenía tres años en cinco segundos.
- ¿Nethan?
En ese momento abrió los ojos. Me miraba directamente a pesar de que sabía que no podía verme. Su presencia me imponía demasiado (siempre lo había hecho), y más ahora que estaba desnuda y parecía pretender devanarme los ojos con su mirada vacía llena de intención.
- Yo venía… Simplemente a enseñarte... -logré articular, y desvié la mirada de su cuerpo.
- Naeva me lo ha dicho todo -sonrió. Al parecer le encantaba verme temblar delante de ella- venías a hablarme sobre las hojas de roble, ¿verdad?
Asentí tragando saliva, y una de las lianas que colgaban del techo se dobló y cerró la puerta detrás de mí.
- Cuéntame, no te cortes por favor -rió suavemente, divertida.
Le conté todo lo que sabía. Estaba completamente sonrojado y sabía que ella podía notar el intenso calor que irradiaba mi piel. No se movió en todo el rato que estuve hablando. Cuando terminé, suspiró.
- Bueno… Podríamos usarlas como catalizadoras para las pociones de tercer grado -explicó- por lo que cuentas parecen más adecuadas que las de manzana.
Su cuerpo crujió dulcemente al aproximarse hacia mí. Era extraño porque cuando hablaba con ella no sabía hacia dónde mirar, puesto que los ojos siempre los llevaba cubiertos con la venda. Mientras se acercaba cerré los míos. Era una forma de sentirla en toda su plenitud. Mientras se acercaba suspiré, y el polen inundó todos mis pulmones, enamorándome otra vez...

Nunca supe de qué forma un vegetal podía influir tanto en mí, un mago etéreo.

jueves, 21 de agosto de 2014

El libro de los magos: Magia verde

PRESENTACIÓN. Los magos verdes veneran a Gaia, la diosa de la naturaleza y de todo lo vivo. Gaia ha estado siempre y está en el corazón de cada hombre, y escoge al bebé que más la lleve en su interior.

ALIADOS Y ENEMIGOS. La magia verde es débil contra la roja y fuerte contra la incolora. Como aliados destacamos la azul y la blanca.

RAMAS. La magia verde es bastante complicada puesto que se suele mezclar con conocimiento de herbología y biología para conseguir el máximo partido a los hechizos realizados. Las ramas principales son: magia animal y magia vegetal.

1) MAGIA ANIMAL. La magia animal está destinada al ataque. Permite a los magos verdes establecer una unión con la parte más viva y salvaje de Gaia: el reino animal. Esta rama se combina con los más profundos conocimientos de biología puesto que es una magia tan peligrosa como la roja. Los magos verdes animales (o magos salvajes llamados despectivamente) aprenden a transformarse en cualquier animal canalizando el poder de Gaia hasta su propio cuerpo. Debido a que hay que hacer un estudio exhaustivo del animal que se desea dominar, la media de animales en los que los magos salvajes logran transformarse es de dos, y entre los animales preferidos están: el leopardo, el águila real y el tiburón blanco; cada uno de un elemento distinto: tierra, aire y agua. Cuando están transformados, comparten las características de ese animal (dieta, esperanza de vida…), y si enferman está totalmente contraindicado que vuelvan a ser humanos hasta que no estén sanos. Igualmente, las mujeres embarazadas no pueden cambiar de forma hasta dar a luz.

EN LA SOCIEDAD. Entre los trabajos ocupados por los magos animales, podemos destacar biólogo infiltrado (camuflándose entre los animales de su misma especie para aprender de su comportamiento) o recuperador de especies (se especializan en animales en peligro de extinción y ayudan a su reproducción. Este último trabajo requiere una alta dedicación y amor por la especialización). También destacan los espías: magos verdes que se especializan en insectos. La especialización en insectos es peligrosa puesto que al tener una vida muy corta no puede quedarse transformados por mucho tiempo. También existen los riesgos de ser asesinado por un paño de cocina o por la lengua áspera de un reptil. Se han oído varias historias curiosas acerca de magos animales, por ejemplo, las de algunos que encuentran una vida mejor viviendo en el bosque mascando hierba, o en contra de lo que parecen sus ideales, alimentándose de grandes herbívoros. Se cree que no tienen fuerza suficiente para volver a ser humanos, o bien que Gaia los cree tan valiosos y tiene tanto amor por ellos que los atrae hacia su seno más interno.


EN LA BATALLA. La posición de los magos animales es esencial las aves comienzan la batalla por los cielos y los terrestres inician por tierra, al ser generalmente los más veloces.

ASPECTO. Los magos animales poseen el aspecto de una persona normal junto a algunas características del animal al que se transforman: plumas en caso de ave, excesiva cantidad de pelo si es un mamífero, algunos restos de escamas y branquias (no funcionales) si es un pez... La dieta de estos magos no es selectiva si no están transformados, es decir, comen lo mismo que cualquier otro mago.


2) MAGIA VEGETAL. La otra gran especialización de los magos verdes es la vegetal, el mundo de las plantas. Los magos de este tipo se denominan magos-planta o más vulgarmente, vegetales Los magos-planta fusionan sus conocimientos en magia con herbología y química. Utilizan la energía de Gaia inmersa en las plantas y la dedican a la defensa y elaboración de pociones, a sanar, y a dominar físicamente las plantas: esas son las tres especializaciones de un vegetal. La elaboración de pociones consiste básicamente en desarrollar un comercio de pociones y elixires, elaborados con extractos de plantas y otros materiales: pociones de resistencia al fuego fabricadas con hielo de las montañas más altas y frías del mundo, y viales de sueño para dormir a los niños pequeños más escandalosos, entre otras. Para elaborar las pociones utilizan su propia savia, motivo por el cual los magos etéreos no suelen comprarlas. Los magos curanderos usan la energía de las plantas, suave y delicada como el tañido de un cascabel, para curar y asistir. Durante los primeros niveles de su magia, son capaces de cerrar heridas pequeñas y mermar dolores leves (de cabeza, de espalda…) Sin embargo, y gracias a su poder interior, pueden llegar a curar huesos rotos o desgarros interiores. Por último tenemos la especialización en dominio de las plantas. Los magos que la poseen dejan atrás su cuerpo para ser parte de cada una de las plantas que les rodean, pudiendo así moverlas y manejarlas a su antojo. Sienten y son cada una de ellas. No quiere decir que no tengan cuerpo, sino que el mismo se expande por los tallos, hojas y raíces de los vegetales de su alrededor.


EN LA SOCIEDADLos magos vegetales son muy muy versátiles por lo cual tienen un amplio abanico laboral. Los que se especializan en pociones suelen trabajar en laboratorios con los magos etéreos (a pesar de las continuas quejas de estos, saben que necesitan a los vegetales para seguir avanzando en la medicina), o en su propio negocio vendiendo hierbas base o condimentos para la cocina tradicional. Los sanadores trabajan en los hospitales y ambulatorios, principalmente. Por último, los dominadores de plantas se dedican a ayudar en el trabajo a los magos animales, a buscar las hierbas base para las pociones de sus hermanos gracias a su gran percepción, y a abrir floristerías en la ciudad.

EN LA BATALLA. Los especializados en pociones no intervienen activamente en la batalla, sino que se encargan de proveerlas a sus aliados. A cada sanador se le asigna un grupo de gente al que debe estar atendiendo, y se colocan siempre al final, los últimos en las filas, para tener una correcta visión de cada miembro. Finalmente, los vegetales que dominan las plantas luchan codo con codo con los magos animales, tanto protegiéndolos como ayudándolos a lograr sus objetivos. Son especialistas también en hacer zancadillas con raíces medio secas.

ASPECTO. Tanto la anatomía como el aspecto de un mago-planta es bastante compleja.
En general, no pueden tener descendencia de la manera convencional. Para ello, cuentan con una cola primitiva que parte del cóxis con aspecto de tallo y una flor en el final. Solamente la abren cuando están dispuestos a reproducirse, y suele ser de colores vivos. Las hembras poseen un estigma, y los machos, estambres. En el momento de la cópula, juntan ambas flores hasta que el polen del macho roza el estigma de la hembra. También poseen órganos humanos, pero sin capacidad de reproducción. Su cuerpo es una mezcla de carne, corteza y células fotosintéticas, y no poseen aparato digestivo puesto que obtienen nutrientes mediante fotosíntesis. Los magos que dominan las plantas, al no necesitar visión, han perdido el sentido de la vista, por lo que suelen tener la zona de los ojos tapada con una venda o un paño atado a la cabeza.

miércoles, 20 de agosto de 2014

#23

- Para que nunca mueras -le dijo alguien cuando era pequeño- alguien ha de escribir tu historia. Para que existas, alguien ha de pensarte, puesto que si nadie nunca te hubiera imaginado, no podrías estar existiendo en la mente del hombre.
No se lo tomó a broma, y comenzó a escribir. Dedicó toda su solitaria vida, desde aquel momento, a escribir historias en las que las protagonistas eran bellas damas, frágiles niños pequeños o héroes de guerra, imaginando las tramas en su mente, así, las haría reales. Y las pocas veces que salía de su casa escrutaba cada cara desconocida que veía por la calle, para comprobar si había nacido una de sus damas, sus niños, o sus curtidos hombres fuertes.
Pero no.
Nunca vio nada parecido a lo que escribía.
Vivía absorto en sus historias, no conocía a nadie ni lo necesitaba para vivir. Vivía por y para dar vida.
Faltaba cuero en casa para forrar sus libros, faltaban estanterías para ponerlos, sobraba polvo encima de ellos. Pero por más que escribía dando vida con sus dedos a esos seres, no traspasaban el papel.
Así terminó todo.
El hombre, al haber comprobado que todo por lo que había luchado durante toda su vida había sido en vano, firmó su último libro y se suicidó, viejo y solo, con la única compañía a su alrededor de su tinta, su pluma y sus letras.
Un viejo vagabundo que notó el olor que desprendía la casa una noche, alertó a la policía. Al viejo se le enterró debidamente, y fue entonces cuando toda su obra salió a la luz pública.
Los libros estaban maravillosamente escritos. Salieron en la portada de los periódicos y revistas más conocidos en el país.
Mientras tanto, el escritor lo miraba todo desde arriba. Miraba cómo la gente se volvía adicta a sus libros, cómo después de terminar uno corrían a la tienda a pedir otro. Lo exigían. Los medios de comunicación comenzaron a llamar sus libros "la droga de la lectura". Y él no lo entendía. Les gritaba que esa no fue su intención, que no bastaba con leer, que había que ver nacer a esas personas... Pero desde ahí arriba, nadie lo escuchaba.
Entonces ocurrió.
El éxito de sus libros ya era mundial. Se conocían en todas partes. Se llegó a abrir un museo para exponer los ejemplares originales. El viejo estaba desesperado, cuando levantó la vista en la soledad de la muerte... Y ahí estaban. Todas sus princesas, sus damas y sus príncipes, sus aventurados niños, las brujas y los magos, los valientes luchadores y los que no lo eran tanto. Ahí estaban, sonriendo y mirándole con infinita ternura y amor.
Detrás de ellos, una masa amorfa y translúcida se moldeaba para hacer otro personaje más, que una vez terminado se volvió sólido, parecido a una persona normal.
Y lo entendió.
Entendió que a medida que sus libros se iban leyendo, los lectores se imaginaban la historia, con sus personajes, y los iban creando poco a poco en sus mentes. Los pensamientos de una persona podían no ser fuertes, pero los de millones de personas, sí lo eran. Entonces aparecían ahí, con él. Comenzó a reírse y a abrazarlos a todos.
Porque los había imaginado, pensado y escrito. Porque, si él los había engendrado, eran sus hijos.

#22

La vida es una búsqueda constante. Buscamos las formas de tener éxito en ella, buscamos lo que más nos conviene, buscamos las llaves y el monedero en el bolso, a una persona por la calle, nuestro programa favorito en la televisión, el amor verdadero, unas monedas para pagar un refresco… Buscamos trabajo, buscamos la felicidad material, nos buscamos a nosotros mismos en la búsqueda de la verdad, y en última instancia, buscamos los porqués de nuestra búsqueda y quizá eso sea lo único que no hemos aprendido a encontrar.

lunes, 18 de agosto de 2014

#21

Daba vueltas en la cama. Intentaba dormir de lado, hacia arriba, o abrazando la almohada hacia abajo, y todo, porque no podía dejar de pensar en lo ocurrido esa noche.
- Sal de mi cabeza, ahora, ya. -suspiraba, mirando con los ojos abiertos como platos hacia la pared, perdida en sus pensamientos. Recordando. Se rezaba a sí misma para no olvidar ni un solo momento, para dejarlos marcados en su piel con fuego ardiente y poder recordarlos durante mucho tiempo. Finalmente, sabiendo que por mucho que los pensara no iban a volver para arroparla, se obligó a sí misma a caer en los brazos del sueño.

A la mañana siguiente, al abrir los ojos, exhaló un dulce suspiro. Si había soñado, no lo recordaba. Su mente volvió a la noche anterior. ¿Qué había sido? Estaba tan confundida... Si había alguna cosa que odiaba enormemente, era no poder saber lo que piensan las personas en determinados momentos. ¿Qué habría pensado él? Seguramente no había sido nada, unos juegos para saciar el hambre que sienten dos personas solas... Por el momento, había que dejarlo pasar. El sabio tiempo lo cura y lo arregla todo, es el mejor remedio para cualquier enfermedad, sobre todo esa. Se levantó y fue al baño caminando entre dudas. Se quedó varios minutos mirándose al espejo con expresión indescifrable, pensativa y sombría. Mientras se cepillaba el pelo podía aún percibir cierto rastro del olor de anoche en él. Sonrió y se lo recogió en una coleta sencilla, que le caía sobre el hombro. Divagó en recuerdos durante unos segundos y, cuando volvió a la realidad, regresó a su habitación y agarró un libro. Mirando fijamente la cubierta, pensó que mantendría a su retorcida mente ocupada durante al menos unos minutos, y devoró las páginas.

Lo que ella sabía, pero no quería aceptar, era que ya lo había despertado. Ahora tenía que mantener la calma, actuar despacio, poco a poco, para que nadie notara que, desgraciadamente, había vuelto a caer en esa droga.
Y quería mantenerla viva por todo el tiempo que pudiese, porque la había echado mucho de menos. 
Y rezaba al sabio tiempo para que moviese los hilos a su favor, o al menos, que no la volviera a atravesar con ellos de la misma forma que la última vez.

domingo, 22 de junio de 2014

Orianna IV

Lane se dejó caer en la cama. Acababa de llegar de un partido de baloncesto con la gente del instituto, y estaba exhausta. En cuanto la oyó llegar, Orianna, que estaba de espaldas a la ventana abierta recargando su batería solar, levantó la mirada.
- Lane.
- Hola, chica. ¿Qué tal estás? -se incorporó para mirarla.
El robot suspiró, y respondió:
- Estoy preocupada.
- ¿Y eso? ¿Por qué?
- Lane... ¿Tú sabes quién soy yo?
- ¿A qué viene esa pregunta ahora? -rió la muchacha- ¿Es que tú no lo sabes? ¿No sabes quién eres?
- No. -Orianna parecía reflexionar. Se dio la vuelta y señaló a una niña pequeña que cruzaba la carretera en ese momento, de la mano de los que seguramente serían sus padres- ¿Por qué no soy esa persona?
Lane se quedó muda. El robot se había girado hacia ella, exigiendo una respuesta. Comenzó a elegir las palabras con las que explicarse poco a poco, tejiendo con ellas una red de tal forma que no hiriera sus sentimientos.
- Bueno... A ver, Orianna, te lo he dicho muchas veces. Principalmente, porque no eres una persona. Eres un robot -paró momentáneamente para examinar la expresión de su amiga, pero seguía siendo inmutable-. Después, porque tú eres tú y no eres otra persona. Mira, esto es algo difícil de entender -se levantó de la cama y apoyó los codos en el marco de la ventana-. Yo soy yo. Soy Lane, tú me conoces. Si fuera esa muchacha que hemos visto antes, ya no sería yo.
- ¿Por qué no? Si fueras ella, serías tú con otro cuerpo distinto.
- Orianna... ¿Me estás diciendo que mi alma, mi esencia sería la misma, pero en otro cuerpo distinto?
- Exactamente.
- ¿Ya has vuelto a hurgar en mis apuntes de filosofía?
- Sí, Lane, pero te lo estoy preguntando en serio.
- En ese caso, no lo sé. No sería yo, porque ¿sabes? Lo que hace a una persona es su cuerpo, su mente y su alma. Esas tres cosas juntas, o al menos eso creo yo. ¿Por qué piensas que los trasplantes de cerebro están totalmente prohibidos y penados por el Gobierno, a pesar de que se ha comprobado que en un 30% de los casos ambos individuos consiguen sobrevivir y llevar una vida totalmente normal? Porque no son ellos. Son mezcla de cuerpo y mente de dos personas totalmente distintas.
- ¿Y el alma?
- El alma... -Lane se sobresaltó y se dio la vuelta. Por primera vez en su vida sintió pena al mirar al robot- No sé lo que pasará con el alma, Orianna... El alma... Es algo distinto, ¿sabes?
Un soplo de aire de la ventana podría haber cortado en dos la tensión que había en el ambiente. Lane se preparaba para la pregunta que más había temido desde que nació Orianna. Sabía que el robot llevaba tiempo dándole vueltas y que no podría escapar de ese momento aunque quisiera. Los ojos de su amiga brillaban como el cielo más que nunca.
- Lane...  ¿Yo tengo alma?

viernes, 20 de junio de 2014

#20

Pensé que podrías recomponerlo. Pensé que podrías reunir todos los pedazos y, poco a poco, reconstruirlo. Pensé que podrías además ponerle un poco de aceite y hacer que funcionara como antes. Tic-tac. Tic-tac. Hacerlo sonar de nuevo con ese suave tañido que constituía la esencia de la felicidad. Pero creo... Creo que me he equivocado. Sigue estando roto. 
Y yo sigo sin encontrar los pedazos.
Y yo sigo sin encontrar la persona que los encuentre.

lunes, 9 de junio de 2014

El discurso de la Nada

- No. Yo no vivo aquí -suspira-. Donde yo vivo no hay nada. Donde yo estoy, cuando duermo, no hay nada. Yo vivo en la nada porque a partir de la nada puedo crear el mundo que yo quiera, como yo quiera, cuando quiera y en la circunstancia que desee. La gente no aprueba el lugar donde vivo. De hecho, piensan que ni siquiera existe. Solo yo sé si existe o no existe, y os puedo asegurar que es el mejor sitio en el que podríais estar jamás. La sociedad tiene un nombre para los habitantes que viven en la nada: locura. Cada uno vive su propia nada, siempre que quiera, por supuesto. ¿Que por qué he elegido vivir en la nada? -suspira lentamente- Porque considero que mi nada es el único mundo real donde yo verdaderamente me siento yo, donde yo verdaderamente soy yo, donde yo me siento a gusto. Donde puedo decir que soy dueña de todo lo que digo, hago, veo y siento. Porque sin embargo, en el mundo "físico" no soy dueña... De nada... De nada. 

Me inculcan unos ideales y sigo unas pautas de comportamiento desde pequeña, porque creen, mediante un acuerdo consensuado de la sociedad, que eso es lo mejor que pueden hacer... Con todos... Los seres... Humanos. Que no hay otra vía. Que no hay... Escape. Así que, desde hace mucho tiempo decidí que no iba a volver al mundo "físico". Nunca. Jamás. Y que viviría siempre, a partir de ese momento, a partir del momento en el que me di cuenta, en mi mundo de la nada particular -suspira-. Es realmente donde quiero estar. 

Consigo compaginar los dos mundos porque repito una y otra vez a mi mente: "lo que ves no es cierto... Lo que ves no es cierto..." Y la obligo a ver mi nada en el mundo físico. Cambio formas, colores... Adapto el mundo real a mi propio mundo, y así, queridos amigos, es como mi día a día se hace un poquito más llevadero, puesto que cada vez que hago algo que me obligan lo cambio por otra cosa que yo quiera hacer, pienso de otra forma... Me vuelvo loca. Me invade esta locura... Y solamente así, viviendo de esta forma, con mi locura... Consigo ser feliz.

miércoles, 28 de mayo de 2014

#19

- Mira ¿y esto? -me quedé un momento callada con los labios posados en el micrófono, y mandé a mi personaje recoger el pergamino que estaba tirado en el suelo. La cueva era tan oscura que no sabía si en él había algo escrito, así que levanté la mirada para localizar a mi compañero, que tenía la antorcha.
- ¿Qué es? -me preguntó, a lo lejos.
- Es una nota... No leo lo que pone, ¿puedes acercar la luz?
En seguida vino corriendo, y le tendí la nota. Comenzó a leerla:


"Y ¿qué nos queda de aquello que un día fue y ya no ha vuelto más a ser? Aquí, con cada uno, solo queda la experiencia.
La experiencia que repta por las paredes de la consciencia, atenta, abstracta, invisible, caótica, que nos muerde y nos acecha en cada brisa de nuestra vida.
Puesto, ¿qué nos queda de aquello que es y que algún día ya no será nunca más? Aquí, con cada uno, solo queda la experiencia.
La experiencia que aprende de los libros del tiempo, lenta pero inexorablemente, gólem de cristal y acero, que se cae, se rompe, pero nunca del todo. Una de esas cartas que se guardan bajo llave en los baúles raídos del alma.
Entonces, ¿qué nos quedará de aquello que será y nunca dejará de ser? Aquí, con cada uno solo queda..."

Y en ese momento paró de leer. Yo no había entendido muy bien lo que decía el texto, pero sabía que necesitaba saber el final de esa última frase, y me quedé mirando a mi compañero sin comprender, hasta que él resbaló la mirada hacia mí con una expresión vacía. Lo único que pudo decir fue:
- Lo que continúa es totalmente ilegible...

jueves, 22 de mayo de 2014

#18

Ella le enseña una foto de su infancia.
- Yo era así. Era mona ¿eh? De pequeña era una monada de chica, era como achuchable. Eso, para mi familia. Desde pequeña he sido la muchacha marginada.  Me he pasado, sinceramente, la vida detrás de mis "amigas". Para ser yo un poco... Popular es una palabra muy fuerte. Para que el mundo notara que estaba yo allí, para que me mirasen... Por lo menos. Desde parvulitos estuve encaprichada de un muchacho el cual estaba encaprichado de la pija de la clase, y no me hacía ni caso. Pasaba de mí, incluso me insultaba. Y, claro, él tenía a su panda de amigos que le respaldaban. Yo, ¿qué tenía? Lavabos en los que llorar, ja, qué triste. Todos los recreos, detrás de la gente. "Kimiko, se me ha olvidado el bocadillo en clase, ¿podrías traérmelo?" Claro. Yo iba a clase y le daba su bocadillo, porque él estaba jugando al fútbol. "Kimiko, ve a decirle al señor Hitaki no se qué" Claro. Yo iba a decirle al señor Hitaki no se qué, porque ella estaba ocupada. ¿La culpa? Mía. Decirle: "Ve tú" Pero, claro, me quedaría no sola, sino, me convertiría en algo repugnante para la sociedad del patio: sola, sin amigos, y con mala leche. Yo no quería eso. Mi alma sólo pedía a gritos un poco de amistad. Con el tiempo logré convencerme a mí misma de que eso no existía, de que la amistad es un timo. Siempre te apuñalan por la espalda. La chica con la que salimos la primera vez, le cuentas algo, lo que sea, y ya lo sabe toda la villa. El chico que te conté la otra vez, después de un beso, vacío, nada, soledad de nuevo. Eso no está bien, y lo digo yo, que siempre he sido una mandada, haciendo lo que me pedían, siendo una sirvienta… Para luego, encontrar vacío y soledad. Yo le dejaba mis colores a todo el mundo, pero nadie quería dejarme sus tijeras: "Las estoy utilizando" Y, les quedaba aún para empezar, o ya habían terminado simplemente. Esas cosas me hicieron pensar que yo era un absurdo monstruo. Llegué hasta el punto de hundirme tanto que me leí Frankenstein, y eso fue la gota que colmó el vaso.

Aquel monstruo feo al que nadie quería, en realidad tenía buen corazón.
Pensaba ¿y esa soy yo? ¿Soy yo la macabra creación de Víctor Frankenstein? Hubo un tiempo en que me negué totalmente a aceptar eso, seguía intentando hacer amigos. Soy simpática, tú lo has dicho… Pero ¿es eso lo que quiere la gente? No. Por eso te tengo sólo a ti, por así decirlo. Los humanos son absurdos. La pija de la clase no tenía ni 2 dedos de frente, era yo la que sacaba todo sobresaliente. Nadie se fijaba en mí, todo el mundo iba a por ella. Yo era la que les recogía las babas y la que estaba allí cuando lloraban. Yo era la de "Free Hugs". Los demás se aprovechaban vilmente de mí, y yo me dejaba aprovechar, porque cada "Free Hug" valía mucho para mí, aunque fuese mentira. Tenía en mis brazos una vida, un ser humano, alguien capaz de amar. ¿Por qué no era mi amigo? ¿Por qué sólo me quería para eso? Cuando se les pasaba el berrinche, se ponían a jugar, y me volvían a dejar sola… Y yo volvía al servicio... Hasta que sonaba la campana. Por fuera, querido amigo, por fuera, mira qué guapa y simpática soy. Pero estoy totalmente rota por dentro. Me paso noches enteras llorando. Necesito algo, algo, alguien que cubra esos años rotos y sucios, algo, algo, alguien que pueda darme abrazos de verdad, alguien que sepa quererme, alguien que me quiera por lo que soy, por las buenas notas que saco. Alguien que me quiera, simplemente. Mira, si yo no tuviera esta familia que tengo -amo a mi madre, es la mejor del mundo, ella es la de “Free Hugs” siempre que necesitas y yo se los gasto todos-, probablemente, me hubiera suicidado ya. Me duele mucho, por dentro. A nadie le cuento nada, no salgo de mi casa nunca... 
Soy... Soy un asqueroso ser olvidado. Y, probablemente, seguiré olvidado. Seguiré con esa sonrisa en la cara. Siempre. Para siempre. No la quitaré nunca. A ver si alguna vez se acerca alguien y tiene la buena bondad, el corazón tan puro de acercarse a mirar cómo estoy y a curarme por dentro.

miércoles, 7 de mayo de 2014

#17

Odio mentirte. Lo odio. Y ¿sabes por qué lo hago? Porque soy literalmente imbécil. Me pongo nerviosa, y busco la salida más fácil a todo: la mentira.
Hay gente que dice que mentir es un arte, pero aunque desgraciadamente, tal y como me has dicho, lo practico bastante, no consigo hacer de él precisamente un arte. Todo lo contrario, solo consigo que no confíes en mí, enfadarte y ponerte triste. Como consecuencia, enfadarme yo y ponerme triste.
No eres tonta. Sé que ya prácticamente la mitad de las cosas que digo no te las crees. Y que has tragado mucho, tal y como me has dicho. Siento muchísimo haberte salido tan asquerosamente mentirosa. Realmente no sé cuándo verás esto. Pero bueno, algún día, espero.
No hay razones para mentir si tienes confianza en la gente, y no es que no la tenga contigo, ya lo sabes, es simplemente que creo que mintiendo acorto el camino a muchas cosas. Y lo único que hago es hacerlas más difíciles.
Este curso es una mierda, tú lo sabes. Y yo, más que tú, lo sé. Porque pequeños y grandes dicen que el curso se ha vuelto mucho más difícil de cómo era antes. Porque nunca he tenido que trabajar tantísimo como lo estoy haciendo ahora, porque duele, y hay cosas que he hecho muy mal. Ya no puedo seguir esto ¿sabes?
Cada vez que discutimos me hago trozos por dentro, migajas de pan.

No encuentro esto verdaderamente útil…

martes, 8 de abril de 2014

#16

Algunas pasaban rozándome, acariciando mi pelo, y otras iban directas a mi pie, mis piernas, o mi torso. Me agachaba, corría saltaba... Las esquivaba todas. Por eso quedé la última. Cualquier pelota que me tiraran fuera del pequeño cuadrado era devuelta a los del equipo contrario. Hasta que, por medio del más útil truco sucio del humano, me vencieron: el engaño.
Agarró la pelota una chica joven, que yo no conocía en la pequeña lista de mis amigos, guapa, y me lanzó una pelota imaginaria que yo esquivé. Todo fue un instante: miré rápidamente, como siempre, hacia atrás, para recibir un nuevo pelotazo. Pero aquellas personas carecían de pelota que pudiesen tirar. Miré a todos, los escudriñé con mis verdes ojos... Hasta que comprendí y me di media vuelta. Aquella criatura, bella, pero tramposa estaba sonriéndome con malicia, con la pelota aún en la mano, en perfecta posición de tiro.

Escrito a mediados del año 2009.

#15

Queridos transeúntes, acabo de encontrar en una de mis carpetas esto. Esto fue una "declaración" que escribí a un muchacho que veía todos los días cuando salía del instituto, los dos últimos años que estuve en él, antes de trasladarme al que estoy actualmente. Me volvía realmente loca, no podía dejar de mirarlo. Tenía algo. El final de la historia es bastante triste: nunca me habló, hasta que unos días después (yo consciente de que había leído lo que le había escrito) le hablé yo. Me preguntó que quién era, riéndose mientras se alejaba por el paso de peatones, y muy muy roja le dije o intenté decir que "no era nadie."
Semanas después me enteré de que lo había leído en su clase y se habían reído absolutamente todos de mí. Aprendí bastante aquel día. 

Aquí está el texto en cuestión:


Sales del instituto, riendo con tus amigos, disfrutando del placer de salir por fin de él tras un agotador día entre ecuaciones y tipos de moléculas. Le das un codazo a un compañero en las costillas, sonriendo, te colocas la mochila en la espalda mientras cruzas la calle, y ni te imaginas que un corazón está a punto de estallar en el pecho de una muchacha. Me sonrojo, y te miro a los ojos cuando pasas, a apenas medio metro de mí. Entonces el mundo desaparece, la calma del corazón inunda mi alma, y sólo te veo a ti. Una compañera me coge del brazo intentando llamar mi atención, pero murmuro 'para', y me quedo mirándote como hipnotizada, trago saliva. Tú me miras y entonces mis labios esbozan una tímida sonrisa, intentando ocultar mis mejillas color manzana con ella, pero tu mirada, desgraciadamente, no es eterna: la giras, y con ella tu dulce cabello negro, impidiéndome la vista de tus ojos oscuros. Noto entonces que te alejas. Que la gente vuelve, que se va la calma, que me tiran del brazo, que mi corazón en realidad está roto y frío, que ni siquiera sé tu nombre. Salgo de ese sueño, guardando tu imagen en mi cabeza, esperando renovarla al día siguiente, como cada día durante dos años.

Escrito a mediados del 2011.

miércoles, 2 de abril de 2014

Kenyaro

“Hace mucho tiempo, tenía un amigo. Era bastante raro. Comprendía a las chicas tan bien como nos comprendemos nosotras mismas. Era muy cariñoso. Pasaba todos los recreos conmigo, su mejor amiga. Papá y Mamá decían que lo tratásemos bien, que no había llegado al mundo como los demás. Les pregunté varias veces por qué, pero nunca me respondieron. 
Un buen día (tan bueno como que era Sábado), por la mañana, me levanté, me duché, me vestí y mientras cogía los Corn Flakes, llamaron al timbre. Era la vecina Kisuke Okanawa. Salté de la silla para saludarla, pero Mamá me cerró la puerta de la cocina. Terminé los cereales y, como buena hija, escuché detrás de la puerta. Se oía todo muy débilmente; agucé el oído y pude escuchar mejor.
- ... Y creo que son tus hijas –decía la voz de la vecina.
- No son mis hijas –se defendía Mamá.
Entonces empezaron a susurrar, y yo no pude oír nada más. Cuando se oyó la puerta de la calle, salí de la cocina y abracé a mi madre, preguntándole que había dicho la vecina. Ella dijo que me sentara. Me senté, y ella comenzó a hablar.
- A ver, Kitsune... Ya te he dicho unas cuantas veces –se refería a unas mil y pico- que debéis tratar bien a Kenyaro, ¿no? ¿Quieres saber por qué, hija?
 Los ojos rasgados de Mamá me miraban seriamente, así que me limité a asentir.
- En realidad –prosiguió Mamá-, Kenyaro no es un chico.
 La boca se me abrió de tal forma que me dolió al cerrarla.
- Es una chica, como vosotras... Pero –continuó rápidamente, al darse cuenta de que yo iba a replicar-, Dios se equivocó al darle el aspecto físico. ¿Me entiendes, Kitsune?
 Volví a asentir. Todo encajaba perfectamente, como las piezas de un puzle. Su comportamiento, razonamiento y maneras de jugar.
- Pero Mamá –me atreví a susurrar después de un largo e incómodo silencio- ¿Para qué ha venido la señora Okanawa?
- Ha venido a decirme que están pegando a su hijo. ¿Sois vosotras, tu hermana y tú las que...?
- ¡No! –grité rotundamente- ¡Sakura no lo sé, pero yo no! Quiero muchísimo a Kenyaro, creí que lo sabías. Es mi mejor amigo, para toda la vida.
- De acuerdo.
- Me voy a visitar a la señora Okanawa. Quiero ver a Kenyaro.
- Kitsune...
Llamé a la puerta. Me abrió él. Estaba hecho un trasto, como dice la Abuela. Tenía el ojo izquierdo hinchado como una nuez, el labio partido y un moratón en la mejilla. Corrí a abrazarle. Él aceptó y me abrazó. Creo que, en ese momento, sonrió. Me acariciaba el pelo con una mano, como solía hacer cuando nos abrazábamos, y con la otra me rodeaba la cintura. Me apresuré a preguntarle cómo estaba.
- Bien –respondió-. mejor que antes.
- ¿Cuándo te ha pasado? No me enteré.
- Cuando salía de la iglesia. Un grupito de jóvenes me rodearon.
- Lo siento, Kenyaro.
- ¿Pasas, criatura? –tenía la manía de llamarme criatura, le gustaba. Y eso que éramos de la misma edad.
- No, lo siento. Le dije a mi madre que sólo vendría a verte.
- Pasa, hombre.
Kenyaro tiró de mí. Y entré en su casa. Me encantaba ese aroma. Me aferré a su brazo, mientras subíamos las escaleras. Sentí como mi contacto le tranquilizaba. Es lo que tienen los amigos. Entramos a su fantástica habitación. Tenía el escritorio repleto de discos de Nightmare. Le encantaba Nightmare. Me hizo sentar en su cama, en ésa cama tan mullida. Las paredes las adornaba con pósters de grupos musicales que sólo él conocía. 
En el famoso rincón del armario guardaba la guitarra. Él mismo componía sus canciones. Amaba la música. Yo toco piano, y por eso nos llevábamos tan bien. Sonrió. Sonreí. Me tumbé en su cama y cerré los ojos, respirando profundamente y notando su mirada en mis párpados, antes de preguntarle:
- ¿Por qué tu madre cree que nosotras te pegamos? Es decir, mi hermana y yo.
- Porque sois las únicas que sabéis, aparte de ella, claro; que voy a la iglesia a ensayar los viernes. No es un buen razonamiento, Kitsune, lo sé.
 Kenyaro se sentó en su mesa.
- Kenyaro... –comencé con una voz apagada, temblorosa- Dice mi madre que eres una chica. Por dentro.
 Kenyaro me miró fijamente, se le aflojaron las manos y se cayó de la mesa. Di un salto en la cama y le ayudé a levantarse.
- Bueno... Creo que es cierto. Nunca me he considerado un chico –sonrió, a su pesar-. Pero... No te lo he dicho nunca por miedo a que me llamases “bicho raro”, y no volvieras a hablarme.
 Mi mano actuó por sí sola. Le dio un manotazo en la mejilla, que se le puso más roja de lo que ya estaba. No me arrepentí en absoluto. Él gimió, y me miró. Me acerqué y le puse la misma mano en la mejilla. Me miró con ojos muy tristes, y eso hizo que me encogiera de dolor, como si fuera yo la que estuviera sufriendo ese momento. Le abracé, enredando con mis manos su suave pelo. Kenyaro derramó un par de lágrimas por mi camisa. Las noté. Nos separamos, y nos miramos ambos a los ojos. Yo pedía perdón, pero no sentía lo ocurrido. Él me perdonaba.
- No vuelvas a decir eso ni en broma. ¿Me oyes? Te quiero... No sería capaz, ni mucho menos, de decirte semejante tontería.
- Lo siento... Tienes razón. Yo también te quiero. Kitsune...
- Dime –sonreí.
- Tenía pensado, ahora que ya lo sabes tú, decírselo a todos.
- ¡Muy bien!
- Pero... Necesito que me ayudes a ser chica pero no parecer homosexual.
- Te entiendo. De acuerdo.
- Gracias, criatura.
 Nos volvimos a abrazar. Lo nuestro era una amistad profunda. Nos unía un grueso lazo de la amistad.
 Ayudé a Kenyaro a ser una verdadera chica. Lo conseguimos, pero la parte más difícil fue que le respetaran como era. Todos se lo tomaban a broma. Pasábamos muchas tardes en mi casa, los dos en mi habitación. Hablábamos de todos los temas interesantes para las chicas, dejamos atrás el fútbol, y, sobretodo, le enseñé a querer a un hombre. Tuvo novios, sí. Kenyaro era muy especial. Ahora todos lo sabían. Y todos lo trataban como tal.”
- Muy bien, Kitsune. ¿Cómo se te ha ocurrido? –me dijo la profesora de Lengua.
- Consultando al señor Roca –respondí. Todos se rieron, con la señorita. Entonces, eché un vistazo al rincón derecho del fondo. Ahí estaba. Él me había inspirado. Sonreí a Kenyaro.

(Escrito a mediados del año 2009. Ganador de un primer premio en un concurso literario.)

martes, 1 de abril de 2014

Oscuros pensamientos al atardecer...

Oscuros pensamientos al atardecer,
daga dentada,
corazón herido.
Bonita la rosa amiga,
pero pinchó con sus espinas.

(escrito el 17/10/2010)

lunes, 31 de marzo de 2014

Conversaciones con Mina III

- Ahhh... Estoy tan cansada...
Me tiré en la cama. Bueno, para ser más exacta, desparramé todas las células de mi cuerpo sobre la capa de tela violeta de la colcha de mi cama. Sí, probablemente eso sea más exacto.
- Oye, Mina. ¿Tú nunca te has parado a imaginar algo que nunca has sentido pero que sabes que lo has hecho?
Mi amiga no entendió absolutamente nada, e intenté aclararme.
- A ver... Seguro que si yo te cuento lo que me ha pasado, lo entenderás.
Pareció suspirar, y yo lo tomé como una resignación, así que comencé mi historia.
- Pues verás, ha sido hoy en clase de biología. Estábamos viendo un vídeo sobre la replicación del ADN. La cámara empezaba desde fuera del núcleo de la célula y se iba acercando hacia un poro nuclear, por el que entró, y entonces pudimos ver las hebras de ADN ahí todas juntas, sumergidas en el nucleoplasma. Ahí estaban.Y al escuchar al narrador decir "el idioma de la vida" se encendió algo en mi interior. Cerré los ojos y sin ni siquiera pensarlo, mi cerebro comenzó a mandar sobre mi conciencia y a proyectar en la pared oscura de mis párpados una serie de imágenes que yo no había visto en mi vida, pero que esran muy, muy reales y muy nítidas. Todo esto mientras me embargaba una sensación de paz extrema, y comencé a sentir que verdaderamente estaba en esos sitios. El primero, que es el que más recuerdo, se trataba de una visión desde atrás de una muchacha totalmente desnuda, con el pelo largo y las piernas abrazadas, más o menos blanca. Tenía los ojos cerrados y parecía dormida, o esa fue la sensación que me dio. Dicha chica estaba flotando en el centro de una gran esfera gigante que parecía exactamente el núcleo de una célula animal, pues tenía poros en las paredes. Y junto a la chica había partículas de distinta forma y tamaño, que igualmente flotaban en el "aire" del núcleo. En ese momento, de la forma que fuera, me di cuenta de que esa chica no pensaba. Se dejaba llevar y controlar por el gran núcleo que parecía alimentarse de ella, a cambio de ofrecerle refugio y seguridad. Daba la sensación de que era como una mamá. Como estar en el vientre de una madre. Que no necesitas pensar porque sabes que no te puede pasar nada malo, que hay algo que no sabes qué es, protegiéndote, pero tú ni siquiera puedes pensar. No sé si entiendes esto.
Mina no dijo palabra, estaba muy atenta. Se dobló hacia delante por curiosidad, impulsada por el viento de la ventana.
- Y esa fue mi primera experiencia. La  segunda fue aún más rara, y ahora, después de dos horas y media, sigo teniendo esa sensación guardada en alguna parte dentro de mí. Esa vez no fue una imagen. Esa vez me trasladé hacia otro sitio, pero no había sitio. Ni siquiera puedo describir lo que era yo, no como en la anterior, que era simplemente un visor externo que no tenía nada que ver con la trama, porque esa vez YO era la trama. Yo lo era todo, todo lo importante en aquel lugar, si es que eso era un lugar. Yo no tenía forma definida, era como una nube. Una nube, un torrente de pensamientos, ¿de pensamientos?, no sé. Yo era vida, y no lo era, era opinión, era como una nebulosa recién creada o una estrella a punto de ser supernova. No veía nada porque ni siquiera tenía ojos, pero tampoco veía oscuridad. Simplemente, nada. Era una sensación realmente extraña.
Mina se rió, pero como no percibí malicia en su risa, lo hice yo también.
- Eh, que es difícil de explicar -me disculpé-. Ya sé que quizás tú ves siempre como yo veía entonces, pero entiéndeme. Cuando cierro los ojos no es que no vea nada, de hecho veo algo, veo la oscuridad. Sin embargo yo no veía nada. Ni luz, ni oscuridad, ni a la chica desnuda, ni una línea infinita, ni un segmento en el espacio. No tenía pensamiento ni opinión, pero me daba la sensación de que YO era un pensamiento. Algo que no existe en sí pero que está ahí. Lo siento, no sé explicarme. La verdad es que espero realmente soñar con eso alguna vez más, porque no sentía nada pero sentía al a vez una paz ilimitada e infinita, que para ser el caso, ser, es lo mismo. Ahí estaba. Para finalizar mi relato te diré que extrañamente yo sabía (aunque no podía saber, no podía pensar) que cuando lo era todo y a la vez nada, cuando no se me permitía el pensamiento porque no hacía falta, porque estaba segura y lo único que quería era existir, sabía de alguna forma que en realidad era yo la muchacha desnuda que se abrazaba las piernas en la primera imagen.

jueves, 27 de marzo de 2014

#14

Quiero cambiar el mundo. Quiero cambiar a las personas, cómo piensan y cómo actúan, porque todo está mal. TODO ESTÁ JODIDAMENTE MAL. Yo ya no soporto más vivir aquí... ¿Por qué la gente es así? ¿Por qué se comporta de esa manera tan cruel? Yo quiero cambiar el mundo, ¿sabes? Esto es injusto, hay gente llevándose millones y millones de euros al bolsillo, y hay gente que no tiene ni para comer. Eso, ESO, ESO ES INJUSTO,
Y NADIE LO VE,
Y NADIE HABLA SOBRE ELLO
Y NADIE LE DA IMPORTANCIA.
No puedo hacer nada más que llorar de indignación. Yo ya hago lo que puedo... Ayudo a los pobres de la calle siempre que tengo dinero... Voy al mercado y les compro pan y embutido... ¿Por qué la gente no lo hace?
¿¡QUÉ LES CUESTA, DOS PUTOS EUROS DE MIERDA, GASTARLOS EN ALGUIEN QUE NO TIENE NADA PARA COMER!?
Yo no lo entiendo... Quizás soy demasiado inocente para vivir en este mundo. Las palabras que estoy escribiendo ahora mismo limitan muchísimo lo que quiero decirte. No puedo quedarme de brazos cruzados mirando como cada día muere más gente, más gente se queda en la calle sin casa, sin hogar. Y las grandes empresas, cobrando millones y millones de euros, y una persona, aprendiéndose un libro entero, que lo recite delante de una cámara, y que le den 7,000,000 euros. Y un catedrático aprendiéndose mil libros enteros, sin poder recitarlos delante de una cámara, porque nadie le escucha, no gane nada.
Eso es injusto. Pero todo el mundo lo ve normal.
La sociedad enferma. Esta puta sociedad enferma.
Quiero salir a la calle y gritar, porque ahora mismo me siento como una puta mierda.
GRITARLE A LA GENTE QUE ESTÁ VIENDO LA TELEVISIÓN EN SUS CASAS QUE EL MUNDO NO ES ASÍ. Que en el fondo, nadie es feliz... Porque a todos nos falta algo para serlo. Siempre. A unos, dinero, a otros, amor. La Naturaleza era bonita hasta que llegamos nosotros a destruirla. Y yo no sé qué hacer, porque no puedo hacer nada. Quisiera dedicar toda mi vida a cambiar el pensamiento de las personas, a enseñarles las hectáreas de bosque que se queman para poner una puta fábrica de condones.
Todos los ríos contaminados, los mares cubiertos con espuma industrializada. Odio estar así, odio pensar así. Pero ¿soy la única que se da cuenta?
No, ellos no se darán cuenta.
No lo harán.
Nunca lo harán.
Prefieren seguir viviendo en la Mentira, porque les da igual lo que le pase al vecino.


Les da todo igual...

(conversación del 2013)