miércoles, 8 de abril de 2015

Parálisis del sueño: el monstruo de tu armario

No, hoy no os traigo una historia sobre magia, ni una princesa, ni siquiera un cuento. Hoy quiero contaros lo que me ha pasado esta noche.

Mucha gente no sabe qué es una parálisis del sueño, así que os la voy a definir ahora mismo: la parálisis del sueño es una incapacidad transitoria para realizar cualquier tipo de movimiento voluntario que tiene lugar durante el periodo de transición entre el estado de sueño y el de vigilia, según Wikipedia.
Sin embargo, es algo más que eso.
Podría decir que la parálisis del sueño es como el monstruo que habitaba en el armario cuando eras pequeño, o el que te acecha en las sombras si te dejas un pie fuera de la cama. Esperando a que duermas... Para atacarte.

Eran las tres menos diez de la noche cuando me fui a dormir. No acostumbro a quedarme despierta tanto tiempo, pero me había echado una siesta, por lo que sueño realmente no tenía hasta esa hora. Tardé unos minutos en quedarme prácticamente dormida, pero algo falló dentro de mí... Y despertó al monstruo.

Lo primero que noté fue que mi cama se movía, y me "desperté". Sí, sí, ALGO o ALGUIEN estaba dando golpes en los pies de mi cama, haciéndola temblar.
Y aquí comenzó la fiesta. La parálisis del sueño se caracteriza principalmente por: la incapacidad de movimiento, como nos ha apuntado la Wikipedia; las alucinaciones que provoca (ruidos extraños, presencias de gente ajena, visiones perturbadoras...) y el miedo irracional causado tanto por éstas como por la situación en sí. Mi alucinación, en este caso, fue que la cama se movía. Al estar durmiendo de lado, por mucho que hubiera querido ver qué movía mi cama, no hubiera podido porque no podía mover la cabeza.
El monstruo había entrado en mi habitación, estaba zarandeando mi cama y yo no podía hacer nada. La sensación era totalmente real, y aquí fue cuando intenté calmarme y pensar lógicamente. 

"A ver, tranquilízate, porque ya sabes lo que hay que hacer. Esto no es real, no puede serlo, principalmente porque siempre echas el cerrojo de la puerta, así que es imposible que haya entrado nadie. Es solo un sueño." 

En ese momento, abrí los ojos y me di cuenta de que, efectivamente, estaba en la cama, tumbada en la misma posición en la que me había quedado dormida, y lo único que llegaba a ver era mi puño sobre la almohada. 

"Cierra los ojos, ya lo sabes." 

Los golpes se hacían más violentos y yo empezaba a impacientarme. Si llegas a tener este trastorno del sueño, no abras los ojos. ¿Por qué? Porque así evitas las alucinaciones visuales, que normalmente no son nada agradables. Por ejemplo, tengo un amigo que debido a su delicado patrón de sueño suele tener estos episodios, y al abrir los ojos ve una niña de unos ocho años mirando hacia él. Horripilante, ¿verdad? Intenta moverte primero, y si no puedes, ya sabes lo que toca:

"Muy bien, sin perder la calma, vamos a intentar movernos." 

Se suele hablar en primera persona del plural cuando estás ayudando a alguien a hacer algo delicado, ¿no? Porque suena más cálido el "nosotros" que el "tú". Cuando tienes miedo es la forma más suave de hablar contigo mismo.

"Poco a poco. Intenta mover la mano... Venga, tú puedes... Mano, muévete..."

Poco a poco las sacudidas iban menguando, casi no me daba cuenta. Solo quería salir de esa situación agobiante lo antes posible.

"Venga, la mano, o un pie. Sabes que si lo logras probablemente te despiertes. Ánimo, venga, mano..., pie..."

Al final, conseguí mover el puño prácticamente medio milímetro, y eso bastó para que todo se esfumara de golpe. Al parpadear ya me podía mover, poco a poco, y me senté en la cama. Miré el móvil. Las tres y diez. Fui al baño, y al mirarme en el espejo, sonreí: había vencido al monstruo.

Eso sí, me dio bastante miedo volver a dormir.