jueves, 13 de agosto de 2015

Una cavidad vacía

Cuando me levanté al día siguiente, él seguía durmiendo a mi lado. La verdad: era un muchacho muy guapo, media melena morena y ojos café; su abdomen subía y bajaba lentamente. Me permití mirar su rostro suave durante unos segundos antes de levantarme con cuidado.
No sabía el "protocolo" que había que seguir en estos casos, así que me surgieron varias dudas una vez estuve de pie. ¿Podía usar el baño y comer algo mientras él estuviera dormido? ¿Tenía que esperarme a que despertara para despedirme de él, o era posible marcharme ya, sin decir nada? Opté por lo primero y entré al lavabo.
Cuando terminé, él estaba sentado en la cama con un libro en las manos.
- Buenos días -sonrió. "Qué imagen más bella", pensé.
- Eh... Buenos días -contesté, rascándome nerviosa el hombro izquierdo y evitando todo contacto con su mirada.
- ¿Qué tal, has dormido bien? -cerró el libro, dejándolo sobre la mesita de noche. Se levantó y me cogió las manos.
- Bien, de un tirón -me solté una para apartarme una mata de pelo rubio de la cara.
Silencio incómodo.
- Bueno, creo que debería irme -musité.
- ¿No te quedas? Ah... ¿Esto se acaba aquí?
- ¿El qué? -pregunté, nerviosa, aun sabiendo de antemano la respuesta.
Se acercó peligrosamente a mi oído, apartándome el pelo:
- Esto... -susurró, besándome el cuello con suavidad.
Puse mis manos sobre su pecho para apartarlo de mí.
- No... Yo... No, espera, no puede ser. ¿Qué quieres de mí?
- ¡A ti!
- Sí, pero... ¿Por qué?
- ¡Porque eres perfecta! ¿Por qué no consigues darte cuenta? Eres suave, inteligente, amable, cariñosa, divertida...
Pero yo ya no lo escuchaba.
- ¡Para! ¡No, basta! No puede ser...
- ¿Cómo? ¿Por qué no? ¿Qué me falta?
Incrédulo, se miró de arriba a abajo.
- Nada. Eres perfecto para mí -murmuré.
- ¿Cuál es el problema entonces?
Empezaba a desesperarse, y yo aún no había reunido las palabras adecuadas. Me iba a tomar por loca. Lo miré.
- No puedo quererte.
Como no dijo nada, continué.
- No tengo nada aquí dentro -me llevé una mano al pecho-, es una cavidad vacía. Se lo di a alguien, y no me lo ha devuelto. Si pudieras mirar dentro... Me entenderías.
- ¿Hace cuánto de eso ya?
- Mucho tiempo.
- ¿Y aún...?
Asentí. Me sentía como una mierda rechazando semejante proposición, de semejante persona. Yo misma era consciente de que no iba a encontrar a alguien mejor. Tan atento, tranquilo y paciente... Pero no me correspondía a mí esa decisión, sino a la persona que se había llevado mi corazón.
- ¿Te importa que me eche un poquito? No me encuentro muy bien.
- ¿Dejas que por lo menos cuide de ti?
- Claro... Lo siento...
Pero no me dejó terminar la frase, porque me besó los labios. Me cogió en brazos para acostarme otra vez, y me abrazó.
- Esperaré lo que haga falta -me susurró, dulce.
Conocía esa espera. Yo llevaba embarcada en ella ya dos años y unos meses.

¿Era que no iba a caducar nunca ese préstamo?