miércoles, 9 de septiembre de 2015

#46

Tendrías que haber mirado sus vacíos ojos avellana, y te hubieras dado cuenta, quizá, de que esa mujer ha vencido más veces al miedo que notas musicales ha tocado un piano.

Que no se quiebra.
Que no muere.
Que cada día que pasa se hace más fuerte, más pesada, más liviana.
Más ella y más todas,
madre e hija,
fruto y semilla.
Que la ven por la calle y le gritan ¡puta!, pero cada gemido que ella arranca supone un kilo de comida para su hija.

Que lucha, que no se rinde.
Que llega a casa y de todo le piden.
No mira atrás, no duda,
aunque a veces piense que necesita ayuda.
Su hija es su vida, y si no estuviera ella,
preferiría estar debajo de un puente
a abrirse de piernas en un bar repleto de mala gente.

#45

El mundo no sucumbirá al fuego.
Ni sucumbirá al hielo.
Al mundo lo destruirá el ser humano.


(Escrito a finales del año 2010)

#44

Hay muy pocas personas buenas en el mundo.
Los pocos que somos, algún día dejaremos de serlo,
para que otros nos sucedan. Sin embargo, cada vez
habrá menos gente feliz. A las personas se les quitarán
las ganas de ser felices. Ya no habrá emociones.


(Corregido, escrito a finales del año 2010)

martes, 8 de septiembre de 2015

#43


De tu mirada, niña,
se me hizo un mundo entero.
Tú ahí, de pie, con el corazón en un puño,
esperando el momento oportuno
para robarme un beso
abalanzándote a mis labios.

#42

¿Sabéis ese tipo de vacío inmenso que se agarra al pecho cuando alguien decide marcharse de tu día a día?
Esa caída infinita a la incertidumbre que no te lleva a ninguna parte.
El vacío no es oscuridad: no es nada. No puedes ver nada, ni oler nada, ni tocar nada. Solo descender en picado indefinidamente.

Esperar.
A que, bueno, quizá alguien entre en tu vacío y apoye las manos para que puedas caminar sobre ellas, y dejar de caer. Que te mire a los ojos y cuente la cantidad de horas que se pasaría observándote caminar. Que te susurre el deseo que tiene de abrazar tu cuerpo contra el suyo, contra el tiempo...

Esperar. 
Un par de eternidades a que, bueno, alguien venga a rescatarte.