jueves, 19 de diciembre de 2013

[Presentación del blog] Bienvenid@ al Bosque.

Buenas tardes, transeúnte del Bosque.

Me presento ante ti simplemente como un soplo de viento. No sabes quién soy, ni dónde voy, ni de dónde vengo. Ni siquiera yo lo sé.

Tampoco sé por qué estás aquí, quién te ha traído, por qué y para qué, pero en realidad eso no importa. Si has llegado hasta aquí ya perteneces a nosotros, los llamados transeúntes del Bosque, pues desde que entramos en el Bosque que es el mundo de las ideas de Platón, aún no hemos sabido explicar por qué no lo comprendemos, pero que sin embargo, todo es posible en él.

Este blog ha sido creado con la idea de ir metiendo todas las historias que brotan de mi cabeza como las ramas en primavera, que guardo en papel. Pues bien, he decidido publicarlas para que tú, y solamente tú, las leas y disfrutes de ellas.

Verdaderamente, espero que te gusten estos cuentos de hadas.
Quizás te veas reflejad@ en alguno de ellos.


Temari.

#3

Nunca hacía daño a nadie, es más, ayudaba a la gente que lo necesitaba. Se preocupaba hasta de aquellas personas que ni siquiera conocía. Porque ella pensaba que la felicidad ajena estaba por encima de la felicidad individual, puesto que constituía más de la mitad de su misma felicidad. La felicidad era, para ella, un sustantivo complejo.

Sin embargo, cuando le hacía alguien daño, sin razón ni conciencia... Eso no lo perdonaba. La gente hipócrita e injusta le provocaba asco. Un tremendo y repugnante asco que escupiría en el papel, como la serpiente que escupe el veneno sobre su víctima.

Aunque ella daba, no esperaba recibir. Pero aun no esperando recibir, no aceptaba muecas y desprecio de vuelta. Ya que lo que hacía era "gratis" para esa persona, ¿por qué ella al menos no recibía lo mismo, o nada? Le daba mucha rabia, infinita, que la dejaran de lado y se rieran de ella sin ni siquiera conocer sus intenciones. 

Los pumas son preciosos hasta que te encuentras enfrente de uno hambriento. Así era ella cuando le hacían daño; un puma hambriento. Así pretendía ser ella cuando le hacían daño, pero en realidad el único felino que veía la otra persona era un gato callejero muerto de hambre luchando por respirar.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

La sal del mar

Hola, transeúnte del Bosque.

Esta historia no sé si existe de verdad, me refiero a que, no sé si está escrita. Y desde luego que la forma en la que la he escrito yo no, pero desde luego que no hace justicia a la que me contó mi madre cuando yo apenas alcanzaba la temprana edad de ocho años.

"Había una vez hace mucho tiempo, un anciano que vivía en un puerto cerca del mar. En los alrededores de su vivienda era muy conocido puesto que vendía un aderezo para que las comidas estuvieran más sabrosas, unos polvos blancos bastante gruesos, algo que él bautizó como "sal". Gracias a su invento, al anciano no le faltaba el dinero. Todo lo que le sobraba en sus ventas se lo daba a los pobres pescadores del puerto.
Sin embargo, lo que le hacía rico no era más que un extraño secreto: el anciano era en realidad un viejo mago que había hechizado un molino de café con unas palabras mágicas, para que cuando fueran pronunciadas, el molino comenzara a producir sal por sí solo. Así, el mago dejaba trabajando durante horas al molino llenando barriles de sal para luego venderlos en el pueblo.

Una noche, mientras el anciano preparaba su aparato, unos ladrones entraron en los dominios de su jardín y se posaron al lado de una ventana, escuchando las palabras mágicas, destapando el gran secreto.
La noche siguiente volvieron cuando el viejo estaba dormido y robaron su molino.
Entre carcajadas, vaciaron de pescado unos barriles antaño llenos de pescado y metieron dentro la máquina, uno por uno, hasta llenarlos. Solo cuando todos los barriles estuvieron llenos se dieron cuenta de que la máquina no había parado de echar sal. "¿Qué hacemos ahora?", preguntó el ladrón. "¿Cómo se para esta cosa?, fue la respuesta de su amigo, mirando cómo aquella máquina del diablo tejía una alfombra salada en el suelo de la guarida. Probaron diciéndole cada una de las palabras del diccionario, mezclándolas, incluso gritándolas, pero ninguna parecía atender el molino a la hora de detenerse.

Asustados, los ladrones la dejaron fuera de la guarida escondida en un rincón, deseando que al día siguiente dejara de crear el aderezo, y se fueron a dormir. Cuando amaneció, uno de ellos salió fuera y cuál fue su sorpresa que en la entrada de la casa yacían montañas y montañas de sal. La gente comenzaba a agazaparse en torno a la sal, recogiéndola como podía, con las manos, en los bolsos y bolsillos, hasta en las capuchas de los niños.
El ladrón se metió dentro para avisar a su amigo y entre dos sopesaron la idea más terrible que se les pudo ocurrir.

Con cuidado de no ser vistos y aprovechando la locura de la gente, recogieron el molino escondido metiéndolo dentro de una bolsa, cogieron una barca y se adentraron en el mar infinito. Cuando apenas se veía el puerto a lo lejos, sacaron la máquina de la bolsa, que reventaba de polvo blanco, y la tiraron al mar, mientras observaban cómo poco a poco se perdía en su inmenso fondo.
´
Y así, desde aquel tiempo hasta ahora, la máquina ha estado trabajando incansablemente haciendo sal, y ha terminado convirtiendo el mar dulce de antaño en un mar salado."

martes, 17 de diciembre de 2013

La historia de Sao y la princesa II

No se dio cuenta de todo lo que le echaba de menos, hasta que oyó su voz de nuevo por primera vez en mucho tiempo.
Entonces y solo entonces reaccionó.
Solo le importaba él.
Él y él. Y nada más que él.
"¿Dónde estás, dónde estás? ¿Y por qué estás tan lejos y no aquí, conmigo, cuidando de mí?"
Nunca supo quién era esa tal distancia, pero en ese momento podrían haber encarcelado sus pensamientos por homicidio de primer grado.

Tuvo que colgar. "No llores", le decía él. Pero ¿cómo no llorar? Si seguía siendo parte de ella, parte de su pensamiento y su alma y parte de su ser.
Tenía miedo de volver a llorar de nuevo cuando la llamase.
Quedaron en hablar en un rato.
Pues tenía miedo.
Cómo no llorar... Si lo único que necesita es un abrazo suyo para ser feliz y dichosa, cómo no llorar si un beso suyo la llenaría de gracia, cómo no llorarle a los cielos y arrancar gritos de su garganta pidiendo clemencia para su dulce y marchito corazón...

#2

Podría haberse dormido en aquellos labios.
Tumbados en el césped, cogidos de las manos.
Supo que no olvidaría nunca ese día,
aunque a él ya lo había olvidado.

Porque tenía nostalgia de aquel día,
de aquella sensación de protección divina,
pero no de la persona que la protegía.

La historia de Sao y la princesa I

Sabía perfectamente que Lilium era solo un señuelo. Que en realidad no lo quería. Que era un sustituto de Sao. ¡Oh, Dios mío, cómo añoraba la dulce princesa a Sao! ¿Dónde estaba? ¿Qué estaría haciendo? ¿Con quién? La sola idea de verlo junto a otra dama la aterrorizaba.

Pensaba en él y hablaba con él. Y pensaba y hablaba con Lilium también, y cada vez que lo hacía se sentía peor por él. ¿Tendría algún día que deshacerle esa ilusión? Le daba mucha pena, pero más se odiaba ella a sí misma por el dolor que estaba por llegar, cuando le dijera que aquellos "te quiero" eran gamusinos en el aire dentro de un mundo intangible.

Annie & Orianna

- Eh, Orianna -susurró la pequeña Annie-. Tú ¿estás viva?
Los mecanismos de Orianna chirriaron con ternura.
- ¿Por qué no iba a estarlo? ¿Acaso no estoy aquí, hablando contigo? -su rostro pareció sonreír.
- Sí, pero... -la niña alargó el brazo para tocarle el pecho- estás dura y fría, y haces ruido cuando estás callada. Nadie hace eso.
Orianna no respondió. El engranaje que tenía en el pecho, el cual movía todos los demás, giraba con lentitud. Echó los brazos hacia atrás y se dio cuerda.

(la imagen no es mía y no sé quién es su autor/a)


#1

El cielo tenía un color gris tordo precioso. La chica miraba por la ventana mientras se corregían oraciones en la pizarra. De repente, comenzó a llover, y terminó de enamorarse. Y tan pronto como había llegado, la lluvia se desvaneció de los cielos.