lunes, 16 de noviembre de 2015

#51

No, no tenía que haberse quedado contigo, no tiene ningún derecho a apartarme tanto de ti... Y no lo entiendo. Después de todo lo que te sueño, cuido, quiero... ¿Para qué? Para que ella siga disfrutando de tu alma y cuerpo cada segundo de mi vida, de la tuya. Para que lo que haga no sirva de nada. 

Te tiene para ella sola en una burbuja de jabón blanco. ¿Por qué te seduce tanto? Quizá sea su infinita labia que te repite una y otra vez que no estarás mejor con nadie sino con ella, que llena todo tu ser, que no necesitas nada más.

Me muero de celos al pensar que por la noche, cuando te acuestas, ella ya te espera en la cama, que te abraza por detrás hasta que te quedas dormido y se queda velando por tu sueño con dulzura. Y que, probablemente, te ahogue en besos cuando te despiertas.

Y me ahogo yo por dentro un poquito más cuando pienso que, seguramente, entre las dudas de tu cabeza, su recuerdo pasa por tu pecho como un relámpago, y sonríes aliviado por su existencia.

Qué rabia no ser yo ella, qué rabia no poder gritarle a la cara, pedirle que te libere, que se vaya, que se esfume, que desaparezca. Para al menos darme una oportunidad...

Te tiene tan fácilmente, tan atado, ¡y no te das ni cuenta! ¿Cuánto tiempo llevas con ella? Más del que yo pueda imaginar. 
¿No te duele? ¿No te cansas? 
Ven...
No deseo herirte diciéndote esto, pero creo que te mereces a alguien mejor que la soledad.